EL OCASO DE ISABELLA

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EL OCASO DE ISABELLA

Mátame.

Prologo

El síndrome del ocaso se refiere a un conjunto de síntomas y comportamientos que surgen principalmente a las personas mayores, especialmente a aquellas que sufren de demencia o enfermedades relacionadas con la pérdida de memoria, como la enfermedad de Alzheimer.

El síndrome del ocaso se caracteriza por un empeoramiento de los síntomas durante las horas de la tarde y la noche. Las personas que lo experimentan pueden mostrar confusión, angustia, inquietud, irritabilidad, desorientación, delirios y dificultades para conciliar el sueño. Estos síntomas suelen mejorar durante las primeras horas de la mañana. Las causas exactas del síndrome del ocaso no están claras.

Día 1

Adam, un chico de 13 años, era como una silueta delicada en el mundo. Su cuerpo esbelto y menudo parecía deslizarse entre las sombras, como si estuviera más en sintonía con los susurros del viento que con la bulliciosa energía de los demás adolescentes. Su cabello negro, como una noche sin estrellas, caía suavemente sobre su frente, enmarcando un rostro de rasgos suaves y líneas delicadas.

Su piel trigueña brillaba con una calidez sutil, como si hubiera capturado un rayo dorado del sol en cada poro. Sus ojos marrones, profundos y contemplativos, eran como pequeñas ventanas hacia un mundo interior insondable, reflejando una chispa de curiosidad y sabiduría más allá de su corta edad.

Adam prefería la quietud y la reflexión, su esencia se desplegaba en los espacios más íntimos de su ser. Como un observador solitario en medio de un bullicioso parque, su mente se perdía en un laberinto de pensamientos y preguntas sin respuesta. Sus gestos eran sutiles, sus palabras escasas, pero de significado cuando decidía compartirlas.

A pesar de su naturaleza introvertida, había una dulzura innata en Adam, una bondad tímida que se manifestaba en pequeños actos de generosidad y amabilidad hacia los demás.

Hijo de una madre fallecida hace 2 años mientras que su padre pasaba desde su trabajo al hogar solo para ayudarlo a mejorar su alicaído vivir. Ni siquiera su mejor amigo en la escuela, Benjamín que era como un rayo de sol en un día nublado. Con su energía inagotable y su risa contagiosa, irradiaba una vitalidad que iluminaba cualquier habitación en la que se encontrara. Su cabello castaño revuelto parecía estar siempre en constante movimiento, como si fuera un reflejo de su espíritu aventurero y juguetón.

Con ojos avispados y chispeantes, Benjamín exploraba el mundo con una curiosidad insaciable. Cada paso que daba era impulsado por un deseo incansable de descubrir nuevas experiencias y desafíos emocionantes. Su rostro estaba adornado con una sonrisa siempre lista para deslumbrar a los demás, mostrando su naturaleza amigable y cálida.

Su cuerpo, lleno de energía juvenil, parecía no conocer el cansancio y eso a Adam había veces que le molestaba, sobre todo cuando aparecía Sofía, la niña que a Adam le gustaba.

Sofía, la chica que cautivó el corazón de Adam, era como una flor delicada que se mecía suavemente en el viento. Su belleza era tan deslumbrante como el resplandor del sol en una mañana de primavera. Con su cabello castaño dorado que caía en ondas suaves sobre sus hombros, y sus ojos color avellana que irradiaban dulzura y curiosidad, era imposible no sentirse atraído hacia ella.

Su rostro, adornado por una sonrisa tímida y encantadora, iluminaba su entorno. Ella intuía el sentimiento de Adam así es que más pericas aparecía frente a él. Se conocían de años, pero nunca se habían proferido sentimiento, solo salidas a parques y fiestas de cumpleaños. Eso, hasta que Sofía tuvo que cuidar por un fin de semana a su abuela y le pidió ayuda a sus dos mejores amigos, Adam y benjamín.

DISTÓPICOS: VOLUMEN IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora