⚠️ Frutos del bosque +18 ⚠️

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La noche ya había caído sobre el campamento donde descansaba el Equipo Avatar y los grillos entonaban su canción, cuando de pronto, Aang despertó.

―¡Auch!―se quejó el Maestro Aire.

Momo lo había pateado entre sueños. El dulce lémur yacía bajo el efecto de Morfeo, con una manita sobre el rechoncho estómago, ubicado un poco más arriba en la pata de Appa.

Aang se sentó, sobándose la cabeza en el lugar adolorido. Parpadeó un par de veces, todavía soñoliento, y liberó un bostezo.

Dio un vistazo rápido al campamento. Las brasas antes rojizas, sobrevivientes de la fogata de la cena, ya se habían extinguido. Toph seguía en su tienda hecha de tierra, Sokka roncaba tan ruidosamente como siempre en su saco de dormir y...

―Espera un momento―murmuró el joven Avatar, rascándose los ojos para enfocar mejor la mirada―, ¿dónde está Katara?

El saco de dormir de la Maestra Agua permanecía vacío, y no había rastro de ella por ningún lado.

¿A dónde podría haber ido? Ya era pasada la medianoche.

Estaba a punto de ponerse de pie, cuando una posible respuesta a esa pregunta vino a su mente.

Podría haber ido al baño.

Aang volvió a su lugar. Si, seguramente era eso. En ese caso, era mejor quedarse donde estaba. Después de todo, una chica necesita privacidad para esas cosas ¿no?

El joven monje volvió a recostarse, esta vez un poco más alejado del pequeño Momo, y cerró los ojos.

No volvería a dormir, por supuesto, hasta asegurarse de que Katara había vuelto al campamento. Pero sí fingiría estar durmiendo en lugar de esperarla despierto. Pensó que quizás sería vergonzoso para su amada que la descubriera volviendo de hacer sus necesidades, y no quería hacerla sentir incómoda de ninguna forma.

Se quedaría a esperar por ella.

Pasaron cinco minutos... Luego diez...

Aang comenzaba a preocuparse.

Quince...

Veinte...

¿Acaso estaría estreñida?

Después veinticinco...

Media hora.

Bien, suficiente. Iría a buscarla. Sabía que las chicas podían tardar ¡pero ya había pasado demasiado tiempo! ¿Y si le pasó algo?

Después de todo, no estaban completamente a salvo. Desde que se había anunciado el Movimiento de la Restauración de la Armonía y comenzado con la reubicación de las colonias que la Nación del Fuego tenía en el Reino Tierra, rebeldes pertenecientes a ambas naciones tomaron represalias y las amenazas dirigidas al Avatar resonaban por toda la costa.

Aang se puso de pie y a paso silencioso se adentró en el bosque. Usó su sentido sísmico, y a pesar de que no era tan bueno como el de Toph, era suficiente como para encontrar posibles bandidos. Pero no halló nada.

De repente, escuchó un sonido de chapoteo.

¡Agua!

¿Cómo es que no se le había ocurrido? A Katara le encantaba practicar durante las noches de verano como esas. ¡Seguramente estaba en el río!

Decidió que se uniría a ella.

Cuando llegó al final del sendero, un poco antes de alcanzar la orilla, logró vislumbrar a su novia en medio del tranquilo río.

 Anécdotas de un Amor | KataangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora