⚠️ Salvaje +18⚠️

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La música proveniente del salón principal aun se podía escuchar, colandose entre las paredes del despacho del Rey Kuei, como un leve retumbar de fondo, a pesar de haber cerrado la puerta tras ella.

Katara bufó. Odiaba esas fiestas.

Esa noche se llevaba a cabo el festejo del cumpleaños del rey del Reino Tierra, en el palacio real de Ba Sing Se. Cada año, el peculiar soberano invitaba al Equipo Avatar -destacando "Avatar" en la oración- a la celebración como muestra de su infinita gratitud hacia ellos por su labor de protegerlo durante la guerra.

Las extravagantes veladas incluían lujos, exquisitas comidas a montones, y la presencia infaltable de las familias mas distinguidas de la alta sociedad. Familias con hijas en edad casadera.

La morena apretó los dientes. Si, eso era lo que más destestaba de todo aquello.

Las jovencitas de su misma edad solian rodear a su atractivo novio durante aquellas reuniones, con sus rimbombantes vestidos y sus tontos ojos coquetos, en busca de tener contacto con él. Ni hablar de la presión que imponían los nobles, padres de esas niñas, para que el joven monje aceptara al menos un baile con ellas.

Sin poder soportar tener que ver a Aang obligado a danzar una pieza por cortesia con una de esas doncellas, se retiró del lugar junto a Toph.

No obstante, camino al jardin, oyó unas voces mencionar un nombre muy familiar al otro lado del muro de arbustos.

―...el Avatar Aang!

Las dos muchachas, ignorantes de que las dos Maestras se encontraban allí, continuaron hablando.

―¡Es tan guapo!―dijo una voz femenina―. Mi padre me prometió que me comprometería con él.

Katara rodó los ojos. Solia oir conversaciones así con frecuencia. Niñas de la alta nobleza jurando que se casarían con su novio, o que soñaban con hacerlo. A sus casi veinte años, la Maestra Agua ya sabia que debia restarle importancia a esas conversaciones triviales. Tenia la certeza de que jamás serian ciertas.

―¿Quieres que les pateemos el trasero?―susurró malevolamente la Bandida Ciega.

Ella sonrió. Era tentador en realidad, pero finalmente negó con la cabeza.

―No tiene importancia, Toph. Vamos.

Estaba lista para retirarse silenciosamente, cuando la conversación volvió a llamar su atención.

―¿Pero acaso él no está comprometido con esa Maestra Agua?

―¿Esa sucia campesina del sur? ―cuestionó la chica con altivez―. ¡Por supuesto que no! Esa asquerosa sureña solo lo acompaña. Es como... su esclava. Si, eso es. Además, ¿acaso la viste?―pronunció burlesca―. ¡Su rostro, su piel, su cuerpo tan vulgar! No tiene clase ni educación. El Avatar jamás tomaría a una salvaje como ella.

¡¿Qué había dicho?! ¡¿Cómo lo había llamado?! ¿"Salvaje"? Estaba acostumbrada a que la Nacion del Fuego se refiriera a la gente de las Tribus Agua de esa forma, pues esa era la propaganda que habian difundido de ellos durante la guerra. Pero por alguna razón, nunca le había enfurecido tanto como lo habia hecho en ese preciso instante.

Quizás eran las palabras que habian dicho de ella, quizás era porque hablaban de su relación con Aang, pero sin duda esta vez no lo ignoraría.

Tres pequeños golpes resonaron tras la extensa puerta, trayendola de regreso a su presente en aquella gran habitación.

Era Aang.

Ella lo había llamado. Habian establecido una señal secreta para ocasiones como esas, donde necesitaban escaparse del bullicio del público y descansar en compañia del otro.

 Anécdotas de un Amor | KataangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora