Ni siquiera

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Kohaku se colocó el uniforme de maid con una mueca de enfado.

Muchos podrían decir que ella era una persona feliz, con una buena familia con mucho dinero, un futuro prometedor y un novio encantador, pero la verdad era que Kohaku ocultaba muchas cosas.

No le gustaba ser así, odiaba sentirse débil y presionada, ¡así no era ella! ¿Cómo llegó a esta situación?

La verdad, desde que su padre obligó a Ruri a separarse de Chrome para comprometerse con Magma, Kohaku odiaba ver a su familia, y solo iba a las reuniones de planeación de boda por pura obligación, por no dejar a Ruri sola y por la presión de seguir fingiendo que eran una buena familia.

Así había sido toda su vida, incluso cuando su madre vivía, le habían enseñado desde niña a pretender que todo estaba bien, a siempre mantener intacto el nombre de la familia.

Sin embargo, aunque cierta parte de su mente estaba adoctrinada para actuar de esa manera, una parte rebelde de ella no podía evitar intentar querer zafarse de eso, quitarse esa presión de los hombros, ser libre para ser como realmente quería ser.

Por esa parte rebelde, dejó la casa de su padre y empezó a trabajar para mantenerse a sí misma, y se consiguió un novio antes de que él pudiera buscarle alguien con quien comprometerla para hacer ver mejor a su familia.

Su novio era un amigo de la universidad, un chico simple y agradable. Su nombre era Titan y se llevaban muy bien, pero realmente no le gustaba, y se sentía como basura porque sabía que solo lo usaba para llevarle la contra a su padre.

Sin embargo, ni eso podía hacer bien, porque Titan era encantador y, si bien su padre habría preferido un chico rico, no le molestaba ese chico bien educado y aunque no lo trataba bien tampoco lo desaprobaba demasiado.

Ugh, ¿por qué quería que lo desaprobara? Realmente era una mala persona... Debería sentirse aliviada de que no quisiera que rompiera la relación, pero... quizás el problema era que quería romper con él...

Suspiró mientras se acercaba a las mesas para tomar pedidos.

No había mucha gente. Trabajaba en un Maid Café de 24 horas y ese día tomó el turno de noche, y solo habían un par de estudiantes, un anciano y... su acosador...

Ah, su acosador... un chico raro que siempre venía a quedarse en las horas en las que ella trabajaba.

Aunque, para ser sincera, nunca antes había visto a un acosador con tan poco interés la persona a la que acosaba.

Él apenas la miraba, siempre parecía estar ocupado trabajando o estudiando, pero siempre llegaba pocos minutos antes de que ella llegara y se iba pocos minutos antes de que ella se fuera, y siempre coincidía con sus cambios de turno.

Cuando lo confrontó, él solo dijo que era mera coincidencia, con un tono tan desinteresado que no tuvo más remedio que desistir de intentar enfrentarlo.

Una vez terminó con las pocas mesas que había, preparó el café de su acosador sin siquiera tomar su orden, porque en las primeras horas siempre quería lo mismo.

—Aquí está tu orden —comentó con aburrimiento, dejando su orden en su mesa y luego volteando para irse.

—Gracias. —Se congeló al escuchar eso y volteó sorprendida, totalmente boquiabierta.

¡Él nunca le hablaba! O al menos no mientras ella no le hiciera una pregunta, e incluso en esas contadas ocasiones no había garantía de que le respondiera con más que un gruñido dos palabras, eso si tenía suerte.

Volteó a ver a su alrededor, notando que ahora solo quedaban dos estudiantes y el anciano dormido en su mesa.

Viendo que no iban a necesitarla y sabiendo que el encargado seguramente estaba viendo televisión, decidió sentarse en la otra silla frente a su acosador.

Química, anatomía y una pizca de limónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora