Belladona

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Thomas:

Estaba parado cerca de la puerta incapaz de moverme a intervenir la despedida o tal vez mostrar presencia y afecto con la situación. No podía ser posible que mi tía se iba a ir y no tenía miedo de decirlo lo más alto que su cansancio le permitía.

—Díganle a Elizabeth que gracias por acogernos, que fue la mejor hermana y amiga que pude tener. Serán muy grandes, estaré orgullosa de Mi rey y mis Ministros desde donde esté, nos vemos pronto, allí estaré para recibirlos con un abrazo.

Supe que al haberse despedido de todos, dejaría de respirar y de sufrir si es que todavía lo hacía.

Mi tía era un ángel, se lo decía cada que compartía mis nervios con ella, mi madre era mi mayor apoyo, pero su hermana pasaba los niveles de amabilidad y atención, era astuta pero siempre gentil dos cualidades maravillosas para hacer el bien y la justicia.

<<—Espero que ya puedas ser un verdadero ángel —le desee en mi mente, abatido por lo cerca que estaba la muerte de nuestra familia.>>

Me acerco a mis primos, que reunidos alrededor de la cama con el cuerpo sin vida de su madre, la lloran con todo el dolor en sus rostros. —Lo siento tanto… —consigo formular mientras me acerco embelesado por su cuerpo sin un rastro de movimiento, pero con una paz indescriptible. —sé que está en paz, su rostro está tranquilo, sus párpados ya reposan, Catherine. Ya no sufre, Damián. Estará bien, Charlotte, para siempre. —los miro con dolor tratando de ser lo más sensible posible con ellos.

En el silencio se escuchan unos sollozos más apartados, son de Miranda. Aún llorando respira un par de veces —Se está despertando. —llora fuerte y acaricia su pelo.

—¡¿Se ha ido, Miranda?! —mi madre se agita alarmada.

Voy hacia ella y pongo mi mano en su hombro dándole un suave apretón.

—¡Thomas, dime la verdad! —Me reclama con angustia.

Ya sabe que ha hecho mucho ruido, si su hermana no lo niega ni nadie emite un sonido es porque pasa algo. Catherine llora desconsolada cayendo hacia el cuerpo de su madre y abrazándolo, aferrándose a lo que sigue siendo real.

—¡Catherine…! —suelta en un balbuceo —No puedo moverme, me cuesta hablar…

Me pongo en guardia con mi semblante confundido y asustado. Se supone que era un desmayo, que la comida pudo estar en mal estado…<<traigan un antídoto contra el veneno de las vallas del bosque>> …la envenenaron.

—¿Quieres agua? —Miranda toma aire por su nariz agripada. Se la da, y esta bebe.

—Tened cuidado, hay gente que se hace pasar por buenos amigos —advierte mi madre buscando aire en el camino —les harán creer que los quieren, pero en realidad sólo tienen vanidad, nada de amor ni una pizca de piedad…

Catherine se levanta cuidadosamente de su posición incada, susurrando algo a su hermana menor. Se acerca a nosotros poniéndose las manos entrelazadas en el centro de su eje en la altura de sus caderas, totalmente atenta.

—Este reino es suyo, es su herencia ahora. He sido burlada en mi propio castillo, mi castigo por ser tan ingenua es una muerte lenta. —ríe amargamente —Defiendan con sabiduría e inteligencia este palacio y sus habitantes, nadie es de fiar, ya saben a quien dejan entrar pero deben descubrir a quién matar. No venguen nuestra muerte si no a nuestro pueblo, mi vida y la de Margaret no son nada en comparación con lo que pueden lograr con Versovia —se queda sin aire y aspira de manera desesperada —.  Hay gente inocente y pobre ahí afuera, ya saben que hacer. Busquen el verdadero reflejo, descubran qué hay detrás del espejo —Mamá se agita tratando de decir algo más pero lo único que sale es su último suspiro.

—¡Madre, madre! —¡NOOOOOO!

El grito salido desde el interior de Miranda ha servido para alertar al palacio:

La reina a muerto.

Cierro sus ojos sintiendo su suave piel debajo de la palma de mi mano, con lágrimas en los ojos digiero la advertencia y su último respiro.
No murió en paz y esto es culpa de alguien que voy a descubrir.

El doctor por fin da las conclusiones específicas de cual maldita causa provocó esta tragedia.

—En primer lugar comenzaré con la Duquesa, ya que la causa de muerte de la reina es más compleja de lo que creía y ambas están entrelazadas, o eso creo—. Aún con el nudo en la garganta, levanto la mirada para escuchar atentamente lo que dirá a continuación. —Príncipes, princesas… La Duquesa fue herida con un puñal envenenado, muy peligroso. Con el mismo veneno pero este fue ingerido, mataron a la Reina Elizabeth. Se trata de las vallas de Belladona, sus bayas son negras y brillantes, de un tamaño similar al de las cerezas. Su sabor es amargo, provoca alucinaciones, delirios y, en exceso, pérdida de memoria, parálisis y muerte.

—¿Dónde se encuentra la Belladona? —Pregunta Catherine, levanta la mirada perdida que portaba desde hace más de una hora.

—No sé exactamente, pero he escuchado decir a los habitantes con más antiguos aquí, que en el bosque de Berovia se encuentra un sendero apartado lleno de estos arbustos, nadie casi lo conoce porque dicen que es peligroso. Muchos Valientes no han regresado vivos. —Toma su maletín y reverencia de manera pronunciada. —Altezas, mí más sentido pésame— Agacha la cabeza con tristeza.

—Gracias por hacer todo lo posible por salvar a su Reina y a la Duquesa de Marion. El reino le estará agradecido eternamente—. Lo despido pensando en todo lo que pasará de ahora en adelante.

Ha llegado la hora de ser el Rey pero no sé si pueda estar listo.

Vengaré a Versovia y a mi familia.

Detrás del Espejo.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora