Fue mi primer día de escuela en un país completamente distinto, y mis nervios estaban a flor de piel. No sabía qué esperar: ¿la gente sería amable? ¿Haría amigos? Muchas preguntas surgían en mi cabeza mientras esperaba en la parada del autobús. Parecieron pasar una eternidad, más de 20 minutos, hasta que finalmente llegó la conductora. Era una mujer estricta que captó mi atención de inmediato.
Fui uno de los primeros en subir al autobús desde mi parada. Allí, en la segunda fila, estaba sentada una chica tranquila que parecía estar disfrutando de su música. Supongo que ella había subido en la primera parada. Algo en ella despertó mi curiosidad. A diferencia de los demás pasajeros del autobús, que solo hablaban tonterías, ella estaba serena, absorta en su música, como si no le importara lo que sucedía a su alrededor. Llevaba una chaqueta con capucha, pero aún se podía apreciar su cabello ondulado castaño. Sus ojos eran oscuros, pero brillaban como estrellas en el cielo.
Quise sentarme junto a ella, pero los nervios me superaron y acabé sentándome en la parte de atrás del autobús. Sin embargo, tenía un fuerte deseo de conocerla, de saber su nombre. Esperaba que nuestros caminos se cruzaran como el sol y la luna en un eclipse.
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La chica de la parada
RomansaJames, un joven recién llegado de España, experimenta miedo e inquietud al enfrentarse a su primer día de escuela en Estados Unidos. Mientras viaja en el autobús, sus ojos se posan en una enigmática chica cuya apariencia destaca entre los demás estu...