Capítulo 2

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Mientras me llevaba por todo el campo de fútbol a rastras todo el mundo me miraba, sentía mucha vergüenza, no podía tapar nada de mi cuerpo, estaba totalmente desnuda y ellas... estaban ahí para verlo con cara de satisfacción.

Entramos en su despacho y cerró la puerta de tal golpe que resonó por todo el pasillo. La directora se puso frente a mí. Su mirada era fría y me daba mucho pavor. Empecé a temblar un poco, las cosas no iban nada bien y era demasiado tarde para volver atrás y desmentir lo dicho.

- ¿Con quién has estado revolcándote Señorita Miller? - Preguntó como si no hubiera un mañana.

Yo no podía contestar con quien porque no había habido ningún chico y ya acepté que lo hubo, ni modo, tengo que liarla, para que esta señora se harte de mí y me eche de aquí.

- Veo que usted no se rinde señorita, cree que va a poder más que nosotros, cree que con esa actitud vamos a echarla de aquí... es una ilusa, pero yo le enseñaré que aquí no se juega y si no me dice el nombre del alumno por las buenas lo haré por las malas, usted decide, tiene una última oportunidad.

- ¡Ya le he dicho que no le diré nada sorda estúpida! - Cuando dije esto me arrepentí, ni siquiera sabía por qué, solo que una sensación de angustia se apoderaba de mí igual que sus manos agarraban mi cuerpo.

Intenté forcejear con ella como hice con Sonia, pero era imposible, no tenía casi energías y me llevó casi arrastrando por los pelos frente a un armario... "¿un armario?". De pronto no sé cómo este se abrió y tenía otra entrada secreta, no me dio ni tiempo de alucinar cuando volvió a tirar de mí. Pero esta no era como la otra, tenía un pasillo más corto y bien iluminado. Las paredes eran distintas a las del internado con decoraciones de color de oro que formaban figuras las cuales no reconocía porque no las había visto en mi vida.

Cuando llegamos a la enorme sala me tiró al suelo, "no te muevas" fueron sus palabras. La verdad no quise moverme cuando vi todo lo que había, ahora sí que la había liado pero bien. Tenía mucho miedo pues no comprendía por qué estaba en esa habitación tan espeluznante. Había un potro como el del comedor, pero este era diferente, estaba acolchado con cuero rojo. Varias cadenas pendían del techo y de las paredes. Ciertas estanterías con objetos que no sabía ni para qué eran pero que ni quería saber, me ponía los pelos de punta. Mientras me iba fijando en la habitación vi a una persona de espaldas atada por las manos desde el techo, una mujer completamente desnuda con todo su cuerpo lacerado con algunas marcas de sangre, su pelo era negro y rizado... ¡era Sonia! En ese momento, no pude contener mi rabia y le grité a Helen.

- ¡Eres un monstruo! ¿Cómo le haces eso a mi tutora? ¡Monstruo!

- ¡Cállate Andrea, no le hables así a la señora directora! - me ordenó Sonia con poca fuerza en su voz.

De inmediato, la directora cogió un látigo y la azotó una vez más en la espalda.

- No te he dado permiso para hablar, perra.

- Lo siento, Ama. - Se limitó a responder Sonia.

Sin darme cuenta mi cuerpo había empezado a temblar cuando después de eso, la señora Sullivan se acercaba despacio con el látigo en sus manos hacia mí, lo único que se oían eran sus tacones y yo me había quedado paralizada. Sus rodillas casi se pegaban a mi cara y en ese momento me preguntó:

- ¿Cómo me habías llamado, señorita Miller?

Yo la miraba hacia arriba espantada, no me importaba el dolor de cuello, sabía que me iría mal si apartaba la mirada hacia un lado. No sabía qué me estaba ocurriendo, no podía reaccionar ni contestar.

La disciplina de AndreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora