Capítulo 5

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Pasaron los días y la Señora Sullivan cuidó de mí y de mi espalda muy bien, se notaba su preocupación. Me bajó la fiebre en poco tiempo. Todo este tiempo no paraba de fijarme en la directora y no dejaba de sentir revoloteos en mi interior, cierto nerviosismo cada vez que se acercaba a mí a darme crema o a preguntarme como estaba... Solo me entraban ganas de que me besara... Quizás me esté volviendo loca, pero creo que me estoy enamorando de la directora y me gusta esta sensación...

Me preguntaba que tal estaba Sonia, si aún seguía en la celda colgada, por una parte, me alegraba de que tuviera su castigo, pero por otra me daba pena, no le deseo ese castigo a nadie.

- ¿En qué piensa, Andrea? - Me sobresaltó la voz de la Señora Sullivan.

- En Sonia, en si aún está en la celda...

- Sí, lo está, pero no está colgada, ya la desamarré.

- Señora Sullivan... sé que soy joven, y que conozco poco del tema, pero ya que no estoy con fiebre... quiero decirle seriamente que quiero ser su sumisa, quiero servirle...

La señora Sullivan abrió los ojos como platos y me miró sorprendida, de repente un silencio incómodo se apoderó de la habitación.

Como no respondía me puse en pie enfadada, sentí como que no me daba importancia, y le grité:

- ¿Es que acaso no soy suficiente cosa por el simple hecho de tener dieciséis años? ¿Por no saber del tema? ¡Pues enséñeme!

¡Plaf! Me dio una bofetada.

- ¡Arrodíllese ahora mismo! - Me ordenó sin vacilar.

- ¿Qué? - Pregunté confundida.

- Si quieres ser mi sumisa esto es lo que tendrá, deberá obedecer a mis caprichos sin cuestionarlos, aunque no los entienda y si me da la gana le explicaré por qué hago las cosas, sólo si se lo merece. ¿A qué espera? ¡Vamos, de rodillas! ¡Mirada al suelo! ¡Manos a la espalda!

Hice lo que me pidió rápidamente. Aunque no me gustaba mirar al suelo, prefería mirarla a ella. Comenzó a caminar a mi alrededor, en poco tiempo sus tacones fueron una melodía para mis oídos.

- ¡Separe sus piernas! ¡Quiero que muestre bien su sexo, Andrea!

- Sí... -Contesté brevemente aún por lo sorprendida que estaba.

- Sí, ¿qué?

- Sí, Señora.

- Bien, eso está mejor.

La señora Sullivan se fue y vino a los diez minutos, traía una fusta que comenzó a acariciar por mi cuello y eso hizo que un escalofrío recorriera toda mi espalda. Comenzó a rozar con ella mis hombros, mis senos, mi barriga, mis pezones, en ellos dios uno o dos azotes leves que me gustaron. Empecé a notar como en mi entrepierna ese cosquilleo se hacía más intenso. La señora Sullivan me señaló que la mirara con la fusta en la barbilla y luego pasó la fusta por mi sexo y ahí comenzó a azotarme rápido, pero sin dureza. Ella me miraba y ya sabía que estaba excitada por mi forma de morderme los labios.

- ¿Le gusta, Andrea? -Preguntó seriamente.

- Sí, Señora Sullivan. - Dije con un gemido sonoro.

- Bien. Ahora quiero que se toque para mí.

Eso que me pidió me descolocó, no pensé que me pediría algo así me daba muchísima vergüenza hacerlo delante suya.

- Vamos Andrea, a qué espera. -Dijo con más dureza en su voz.

- Es que...

La señora Sullivan vino hacia mí, me agarró de un pezón y tiró de él hacia ella.

- Es que, ¿qué?

La disciplina de AndreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora