Capítulo siete

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El miedo solía ser una constante para el ucraniano, tanto así que simplemente un día tapió la ventana de la habitación en la que se quedaba.

URSS no se había dado cuenta que su hijo había hecho eso sino hasta que lo escuchó martillar una mañana; había sido a las dos semanas de haber salido del hospital, entró a la habitación y vio que su hijo martillaba la pequeña ventana del baño que tenía el cuarto.

No sabía en concreto de donde había sacado las tablas o como es que había encontrado los clavos y martillo, pero sin duda estaba bastante sorprendido y perturbado.

– Hijo, ¿qué estás haciendo? – preguntó con sorpresa el eslavo.

– Evito dejarles una entrada – dijo de manera errática el chico, clavando con fuerza la tabla a la pared.

– Ucrania, es un segundo piso, y la ventana mide cuarenta por cuarenta centímetros, nadie va a entrar por allí.

– Eso dices tú, pero ellos son capaces de todo.

El terror podía oírse en la voz del más joven, pero era más que nada porque llevaba días sin dormir producto de sus pesadillas.

La pareja terminó llamando a la organización de la salud para que esta pudiera hacer algo, terminando por recetarle píldoras para dormir y para controlar la ansiedad al ucraniano.

Aunque no solo su ansiedad se derivaba de lo vivido en su casa, sino también sobre quienes visitaban la casa de su padre y padrastro.

– Ucrania, tienes que bajar, tus hermanos quieren verte – dijo URSS tras la puerta, había intentado abrirla, pero esta tenía el seguro puesto.

– N-no v-voy a sa-salir, n-no quiero – dijo el chico hecho bolita contra la puerta, no estaba listo para ver a sus hermanos y que ellos notaran cuan contaminado estaba.

– Pero vienen a verte, tiene mucho tiempo desde la última vez que todos estuvieron juntos.

– ¡No pienso salir! – gritó aterrado, en completo estrés por pensar en ver a sus hermanos, todos juntos, juzgándolo como siempre.

– Ucrania, por favor... te extrañamos mucho – intervino de pronto la voz de Estonia.

Las catorce republicas hermanas de Ucrania estaban ahora también en el pasillo, sumamente preocupados.

Sabían que su hermano había estado en el hospital, que no podía volver a su casa, incluso Rusia había recibido una petición por parte de su padre para extenderle un documento de residencia indefinida al ucraniano, todo aquello tenía asustados y preocupados a todos, eran muchas cosas raras juntas en poco tiempo.

– Ucrania, puedes confiar en nosotros... tal vez no siempre hemos sido buenos hermanos contigo, pero te queremos – dijo ahora Tayikistán.

– V-váyanse... – suplico al borde del llanto.

– Por favor hermanito – suplicó Georgia.

– Nosotros no vamos a juzgarte... solo déjanos verte – Lituania comentó.

Ucrania podía sentir las lágrimas correr por su ojos izquierdo, odiaba cuando sus hermanos le suplicaban, lo hacían sentir como un mal hermano. Sin ser del todo consiente se quitó de la puerta, movió su mano y quitó el seguro de la puerta, en cuanto esto se escuchó, Rusia tomó el pomo y lo giró, asomó su cabeza y vio a su hermano menor hecho bolita en el suelo.

Abrió la puerta lo suficiente para entrar y se agachó frente al bicolor, quien abrazaba sus piernas en un intento de ocultarse.

– Hey... te traje unos trozos de Pastilla, ¿quieres? – preguntó el mayor con tono dulce, metiendo la mano a su abrigo y sacando una bolsa de platico con el dulce dentro.

Broken|| Country Humans UcraniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora