Prólogo

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El cielo nocturno cubría la ciudad de Londres, y la mayoría de las personas se estaban preparando para ir a dormir.
Por una calle, bajo la luz de los postes, un chico albino caminaba por ahí. Sus ropas bien puestas, elegante, caminando con seguridad. Cualquiera diría que conocía ese sitio mejor que nadie.
Su rumbo cambió hasta el interior de un bar. Había poca gente dentro, con una música relajante y el barman sirviendo una copa de vino tinto a un chico pelirrojo.

—Buenas noches, señor Fell —saludó el barman, una vez que el chico albino había llegado a la barra.

—Buenas noches, Arthur. Ya sabes lo que quiero.

El joven asintió, volteando al gran mueble con licores detrás de él. Tomó una botella de vino blanco y la sirvió en una copa. Una vez que la dejó frente al señor Fell, se alejó de ahí para limpiar unos vasos que habían sido utilizados minutos atrás.

Ultimamente le gustaba mucho ir a ese bar a esas horas. Era tranquilo, poco poblado y la música era buena. No le gustaba estar rodeado de mucha gente, además de los suyos. Tenía una gran afinidad por los suyos.
Pero no por todos. Tenía demasiadas discuciones con sus hermanos, a pesar de que no le gustaba discutir. Siempre intentaba mantenerse al margen de ellos para evitar confrontarlos, aunque no estuviera de acuerdo siempre. Al menos, él creía que se tenían aprecio. Daba igual. Todos los hermanos peleaban de vez en cuando, ¿no es así?

Dió un sorbo a su copa. Parecía perdido en sus pensamientos. Los cuales, un tal chico pelirrojo decidió interrumpir, sentándose a su lado con su copa de vino tinto.

—Ha pasado un tiempo, Aziraphale.

Este lo miró incrédulo, saliendo de su propia mente. Ahí estaba. ¿Por qué? Odiaba su tonta sonrisa burlona que tenía en el rostro. Siempre sonreía así cuando lo saludaba. Era insoportable. Lamentablemente, él era todo un caballero y jamás golpearía a alguien. Por más que lo mereciera. Dejó su copa sobre la barra.

—Vamos, no me mires así. Esa no es forma de tratar a un viejo amigo —a través del cristal de sus lentes de sol, se podían ver unos ojos amarillentos mirarlo fijo.

Ese color de ojos no los tenía nadie más.
Era muy curioso.

—No somos amigos, Crowley. ¿Qué estás haciendo aquí? —miró a su alrededor, procurando que nadie los observara.

—Este es el mejor bar de la ciudad, en mi opinión. Alejado de las personas. ¿No puedo venir hasta aquí, solo para tomar una exquisita copa de vino? Y al paso, verte a ti.

Parecía un broma. ¿Crowley se estaba burlando de Aziraphale? No sería nada nuevo. El albino se sintió inquieto por esas palabras, llevando su vista hasta su copa para tomar otro sorbo, un poco más largo.

—No... En realidad, no estoy aquí por eso. Ojalá... —suspiró—. No. Mi jefe me envió. Quiere hacer un trato con ustedes. Él cree que puede beneficiar a ambos bandos.

—¿Samael? ¿Qué está tramando?

Crowley se encogió de hombros, tomando lo que quedaba de vino en su copa. Era la primera vez que él era enviado para algo que no crearía un conflicto entre ambos bandos, lo que era bastante inusual.

Desde pequeño, Aziraphale había estado por parte de su familia, quienes lo protegían a su manera por ser el menor de los hermanos. Y las familias de ambos, desde que tenía memoria, siempre habían estado en constantes peleas y desacuerdos. Casi que era imposible verse sin discutir. Solo que, esa noche, parecía haber algo distinto en el amiente. ¿Quizás una oportunidad para que todos quedaran en paz?

Todo por un trato [Aziraphale x Crowley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora