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Esperanzas destrozadas

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Esperanzas destrozadas.

El ruido del motor encendido de su coche comenzaba a alterar más sus nervios. Un tic incontrolable le provocaba espasmos en la nuca y cabeza, haciéndola tiritar cada segundo.
Sus manos húmedas por el sudor intentaban controlar por completo el rumbo del volante. No sabía que estaba pasando, nada en su mente corrompida le explicaba el suceso que había presenciado hace un instante.

— Carajo, Carajo...

Todo su cuerpo temblaba de nervios, de pánico. Debía tranquilizarse para entender porque los huesos de su madre no se hallaban dentro de la fosa, era improbable que todos los restos del cadáver de la mujer hubieran desaparecido por completo por el deterioro natural y la descomposición.

— Tranquilo Akaza, todo estará bien. Seguro un animal los desenterró y los devoró pero...

Ahora que lo pensaba bien, el montículo de tierra se veía intacto. Era como si alguien la hubiese abierto y vuelto a cerrar para no levantar sospechas, después de todo el cuerpo había sido enterrado hace menos de una década. Akaza detuvo en seco la conducción de su automóvil, mientras miraba a la nada con una mirada llena de perdición y odio puro.

— Debo encontrar al maldito que sacó tu cuerpo. Incluso muerta me causas problemas, estúpida. — Explicó eufórico, apretando su quijada con fuerza y brutalidad, casi parecía que quisiese romper sus dientes — Tengo que apresurarme, debo hallarlo y castigarlo. No permitiré que me descubra, ni que perturbe el descanso de mi querido.

Soltó un grito furioso, retomando el camino hacía su casa. La expresión dibujada en su rostro sombrío vaya que era de un auténtico psicópata empedernido.

[...]

— ¡Lo siento!

— Me dejaste esperando mucho tiempo, Akaza.

— Había mucho tráfico, pero ya estoy aquí. Entremos, tengo mucha hambre.

Indicó el más joven, sacando del bolsillo de su pantalón unas llaves de cobre. Por otro lado Hakuji se mantenía detrás de él, mirando cada uno de sus movimientos; analizando todo de su hermano menor.
Pronto Akaza se dió la tarea de abrir la puerta principal de su casa, entrando con apresuró primero en ella, dejando solo a Hakuji.

— Hmm...

Los ojos azules del joven llegaron hasta el automóvil de su hermano, observando el lodo húmedo que cubría las llantas de este mismo. Era un poco extrañó ver ese carro tan sucio y llenó de basofia terrosa, no era algo que le gustaba a Akaza ya qué siempre lo mantenía totalmente impecable.
Con un pesimismo notable, Hakuji decidió por fin entrar al hogar, no sin antes tomar una foto del auto.

— Que asco, tu casa huele fatal. ¿Algo murió aquí dentro? Limpia, maldito mono.

— Así, me la he pasado en la oficina. Luego limpio.

𝙹𝙸𝙶𝚂𝙰𝚆.// AkarenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora