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No podía creer lo que sus retinas reflejaban

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No podía creer lo que sus retinas reflejaban. Era imposible, no, no era real; Kyojuro estaba muerto, pudriéndose debajo de la tierra vieja de esa montaña, pero...¿porqué podía verlo dentro de la florería donde lo conoció por primera vez?
Se veía tan llenó de vida, iluminaba con su belleza todo ese horripilante sitio. Recibía con amabilidad y educación las hermosas flores de temporada que bajaban de un camión.

—Fuu...

Akaza observaba desde la inmensidad del cristal de su oficina, mirando con suma atención cada movimiento que realizaba ese individuo. No fue hasta que un sudor frío  empapó en su totalidad la espalda del hombre lúgubre debido a que desde la lejanía de esa florería se pudo dar cuenta que el falso Kyojuro le soltó una sonrisa retorcida; una que no llegaba a ser una de amabilidad, era difícil describirla.
Tragó saliva con pesadez, su garganta se hallaba seca y era sorprendente ya qué, no hace mucho había ingerido un vaso de agua.

Quiso alejarse de la ventana pero la curiosidad de seguir viendo hacía afuera era tanta que no pudo disimular el pánico que fue dibujado en su rostro. Después de un rato se espabilo, continuando con su trabajo rutinario pero sin poder quitarse la espina de ese tipo.

Muchas preguntas le formulaban en su cabeza: "¿acaso está vivo? ¿No lo maté? ¿Escapó de la fosa? ¿Por qué regresaría aquí y no daría aviso a las autoridades?"
Debía responder cada una de ellas, y que mejor manera de hacerlo que ir a ese establecimiento. Si se trataba de Kyojuro, volvería a tenerlo para él pero...si era un impostor, lo mataría de la manera más cruel que pudiera existir en el mundo.

[...]

La tarde cayó sobre la ciudad iluminada por cientos de luces de los establecimientos que aún se encontraban abiertos. Akaza por fin había salido de su empresa, iniciando con el objetivo de esa ocasión.
Tomó sus pertenencias y se encaminó hasta la florería que por suerte estaba en horario de atención. Entró como cualquier otro cliente, esperando ser recibido por ¿Kyojuro? pero no fue así.

Tocó durante 4 minutos la campana que adornaba el mostrador, tenía tanta urgencia de comprobar sus sospechas que nisiquiera se percató de que ese mocoso ya se hallaba detrás suyo.

—¡Bienvenido a arreglos y...algo más!

Ese grito casi le provocaba la expulsión de su pulmón pero al disipar el diminuto infarto, Akaza se quedó totalmente helado pues efectivamente, esa voz era idéntica a la de su íntimo amor. Volteó poco a poco, recibiendo una bofetada con guante blanco; no cabía duda que era Kyojuro.

El cabello, el aroma, su de piel era tan nívea como la de él. La belleza de sus ojos jamás podría olvidarla, incluso la manera en la que se posaba frente a Akaza era idéntica a la de Rengoku Kyojuro.

—¿Señor, se encuentra bien? Se puso pálido de repente, parece que vió a un fantasma—. explicó con tranquilidad mientras ladeaba la cabeza confundido—

El hombre estaba afónico, la mandíbula le temblaba al grado de hacer chocar sus dientes continuamente. Tener de frente a la persona que asesinó era tan terrorífico como vivir una guerra, más si te veía con esos grandes ojos que no tenían más que un vacío, no parecían tener vida.
La mirada del rubio no daba  indicios de ser de un humano, nisiquiera parpadeaba como lo debería hacer una persona real, solo se mantenía observándolo con la cabeza inclinada a la izquierda.

—¿Quiere un vaso de agua?

La piel se le erizó cuando una de las frías manos del rubio tocó su hombro izquierdo. Akaza por pura inercia manoteo con desdén y miedo aquella acción.

—Lo siento, me tengo que retirar—. indicó a la par en la que se apresuraba a salir de ese infierno—.

—Te tengo, maldito...

—Te tengo, maldito

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𝙹𝙸𝙶𝚂𝙰𝚆.// AkarenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora