Fata vian invenient

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"Lo que pueda pasar, va a pasar" o "Si algo malo va a pasar, pasará" Algo así explico alguien a quien para abreviar llamaron popularmente Murphy.

Los Wen les habían dado esa lección, si miembros del clan principal no hubieran muerto no hubieran obtenido las cintas con la nube, como Ruhoan les dijo burlonamente cuando se vió acorralado... Eran tan simples en la forma de diferenciarse que fue sencillo.

Si algo tuvo ese hombre además de maldad pura, fue astucia. Era listo. Y ellos no lo sabían del todo en ese entonces.

Por tres días y tres noches combatieron con la ayuda de pequeños clanes y Qinghe Nie, así como LanLing Jin, para cuando tuvieron enfrente a Wen Ruhoan estaban exhaustos, el plan fue simple, ellos avanzaban por afuera, pese a los caídos no se detenían, nada que perder, la vida no tenía nada de sentido o gusto, era cómo ver todo en blanco y negro.

El ruido metálico se desperdiciaba, así como los gritos de los que peleaban, el fuego que se levantaba en todas direcciones, al centro, Xichen combatía con su espada, a su espalda, cubriéndola como siempre, Lan Zhan lograba hacer retroceder a los enemigos con el Guqin, las yemas de sus dedos sangraban, no obstante, el dolor ya era algo desconocido para él.

Nunca expresó mucho, pero, por las noches antes de llegar a Qinghe Nie y en la marcha a ciudad sin noche lo escuchó, tocaba Inquiry para poder comunicarse con el alma de su otra mitad sin tener éxito, después de todo, la consciencia espiritual no se reuniría ni por asomo, la de nadie respondía, era natural, habían dejado de querer vivir en medio de esa desesperación y dolor.

Lan Wangji intentaba dimensionar la magnitud del dolor que debieron sentir, porque para ellos fue como perderlo todo, si se hubieran entregado y ellos fueran los rehenes tendrían que tomar decisiones y quizá, no serían como las de ellos, lo que todos les reconocían es el negarse a irse simplemente así, se llevaron una buena parte del ejército Wen, además de su orgullo intacto.

No se volvería a tomar a la ligera que Jiang Cheng y Wei Wuxian eran los orgullos de Yunmeng nunca más. Orgullo que también compartieron con Jin Ling y Zizhen.

Wen Chao y Wen Zhuiliu lo conocieron, la explosión no sólo se llevó sus vidas, pulverizó sus almas, por lo que no reencarnarían, era como si los hubieran borrado de la faz del mundo para siempre, en cuanto a esa mujer... Hubiera sido una maravillosa idea que le sucediera lo mismo, al menos es lo que pensaría ahora, encerrada para siempre en una mazmorra debajo del reino impuro, sometida a sabrían los dioses qué tipo de torturas orquestadas por Nie Huaisang sin luz, sin descanso, volviéndose loca lentamente mientras veía la belleza que siempre presumió morir cada día con inumerables cicatrices.

Wen Qing le había dado tantas bofetadas en cuanto la capturaron que su rostro era una masa de algo deforme cuando los discípulos la arrastraron fuera del campo de batalla para llevarla a Qinghe. Juraba que les diría todo lo que quisieran, pero ellos no querían información, no buscaban nada de ella, no tenía utilidad.

Sólo la querían viva y sufriendo, eso era, Xichen no dijo nada, ni cuando se aferró a sus túnicas y gritó que todo fue idea de Wen Chao y Ruhoan, que ella sólo seguía órdenes y que su vida estaba bajo amenaza, ni siquiera la miró, dejó que se la llevarán sin abogar nada. Nadie en realidad hizo algún sonido cuando la sacaron de ahí.

Y se podría decir, que estaba distraído, después de todo, su hijo también estaba ahí, peleando, no lo había vuelto a ver sonreír o hablar, seguía órdenes como si fuera una marioneta, abriéndose paso con Sizhui que estaba sumergido en una lamentable existencia vacía, todos ahí eran huérfanos, todos ahí eran viudos, todos ahí carecían del mínimo interés en la vida, pero seguían adelante con el único fin de poder obtener el alivio al ardor de la furia con la venganza.

Promesa implícita Donde viven las historias. Descúbrelo ahora