Problemas

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Estaba nerviosa. No sabía qué es lo que me iba a decir ese extraño y misterioso joven.
Éste estaba bastante tranquilo, pero de repente, se puso nervioso e inquieto y empezó a morderse los labios.
-¿Qué pasa?- pregunté yo muy intrigada.
Miré hacia el mismo punto que él estaba mirando. Habían tres hombres vestidos de colores oscuros y con gafas de sol mirándonos.
Era de noche. ¡No tenía sentido que tuvieran gafas de sol! La gente últimamente está muy mal de la chota.
- Este lugar no es seguro para hablar sobre este tema. Deberíamos ir a otro sitio.- Me contestó el chico, que por cierto, todavía no sabía si nombre.
Suspiré profundamente, y, miré la hora en mi reloj.
Joliiiiiiinn. Ya eran las dos de la madrugada y se me había hecho tarde. No podía retardarme más. Debía irme.
El chico me cogió del brazo y me llevó con él corriendo. Pero yo me paré y le impedí que siguiera con su camino.
- Lo siento. Pero tengo que irme.- dije susurrando.
- No pasa nada. Nos podremos ver otro día.
- No estoy segura si podré...
- Dame tu número de teléfono. Así podremos hablar y quedar. Porque es muy importante lo que te tengo que decir
- Sorry, peor no me fío de los desconocidos.
- ¿O sea que todavía soy un desconocido para ti? Pensaba que me habías cogido más confianza...- dijo sarcásticamente. Luego rió y sonrió.
- ¿Entonces...? - dije.
- Yo te avisaré.
- Pero si no tienes mi número de teléfono...
- Encontraré la manera de encontrarte. - me afirmó él con toda la seguridad.
Me giré por dos segundos para ver el lugar en el que nos encontrábamos. En medio de la carretera. Los coches pasaban a plena velocidad y mi pelo volaba con el viento.
Me volví a girar hacia donde se suponía que estaba él, pero me sorprendí al ver que mi misterioso chico, había desaparecido. No había ni rastro de él.
Bajé la cabeza, y vi algo brillante. Me acerqué poco a poco y...¡Premio! Había encontrado un diamante minúsculo. Seguramente no sería un diamante puro, porque si alguien tuviera alguno de esos, estoy segura de que lo trataría con más cuidado.
¿Pero tú eres tonta? ¡Aprovecha y cógelo! Aunque no sea de verdad, podrías hacer buen uso de él. Además, imagínate que ese diamante es del misterioso. ¿Se lo tendrías que devolver no? O al menos, eso es lo que pienso yo, tu conciencia.
- Es verdad...- suspiré cabizbaja, di media vuelta, y caminé sin rumbo hasta encontrar la parada de taxis.
- A la calle Romero, Avda. Marinero, puerta 14. - informé al taxista.
- 14 euros por favor- me respondió una voz ronca.
Entré en el vexículo y le di el dinero al taxista. Éste era gordo (con barriga cervecera), tenía mucho pelo, era bajito y tenía una cara de amargado impresionante.
Empezó a llorar.
- ¿Qué le pasa?- dije con compasión.
- Mi mujer me ha puesto los cuernos con mi vecino, me ha dejado con tengo cuatro hijos y encima dos de ellos no son míos. Además no tengo nada de dinero, estoy en banca rota y me van a embargar la casa. ¡Mi vida no tiene soluciónnnn!- se puso a llorar desesperadamente como si no hubiera un mañana.
- No se preocupe, seguro que al final llegan a un acuerdo. - dije yo con ánimos de consolar.
- Imposible. Tiene un abogado buenísimo que se ha inventado cosas que yo no he hecho, y me ha demandado.
¿Por qué este tío te está contando su vida? Es insoportable.
Al fin, llegamos a mi casa. ¡Por fin!
Me fui directamente a dormir.
El domingo lo pasé tranquilamente viendo la tele y comiendo galletas holandesas como una obesa desesperada a la que le acaba de dejar el novio.
Aunque ese no es tu caso.
Me fui a dormir, esperando que el día siguiente fuera mejor.
Es lunes, es imposible que todo vaya bien.

Algún día...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora