Se llama Amanda

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Estaba nervioso, había aterrizado en Cartagena hace poco más de una hora y ya iba rumbo a la dirección donde ahora estaba seguro que encontraría a Betty y a su hija.
Apenas bajo del avión y tuvo su maleta en sus manos, corrió por un taxi que lo llevara al hotel donde se hospedaría, al menos de momento, ya que no sabía cuánto tiempo estaría ahí, y más aún, como lo recibiría Betty.

A pesar de aún amarla tanto o más que antes y de desear fervientemente estar con ella, Armando no tenía ninguna esperanza o expectativa con Betty, iba preparado para su rechazo y su indiferencia, aunque no podía negar que una pequeña parte de su corazón, esperaba lo contrario.
Pero aún así, su mente y todo el resto de su ser iba listo para bregar con el infranqueable muro de la terquedad y la desconfianza de Betty, aunque a la vez rogaba que al menos lo escuché y le dejé explicarse porque razón el aparecía recién ahora.

El lío de emociones que le provocaba el inminente encuentro con Betty, se veía opacado por la ilusión que le producía pensar en su bebé, en su niña, intentaba imaginar cómo sería su carita, si se parecería a él o a ella, si tendría sus hoyuelos o los ojos profundos y soñadores de su mamá, imaginaba como sería su nombre y que reacción tendría ella al verlo, si lloraría por no conocerlo o sentiría conexión inmediata con él y mil cosas más.

El taxista le aviso que ya estaban llegando y el sintió su corazón galopar rápido en su pecho, tomo con fuerza una bolsita roja que contenia una tierna conejita de peluche y un libro para bebés que había visto en una de las tiendas que había en la planta baja del hotel y que no resistió en comprarle a su niña, era el primer regalo que le hacía y eso inevitablemente lo llevaba de emoción.

El taxi se detuvo frente a una pequeña casita de color blanco con la puerta y las ventanas en color verde y un coqueto jardincito lleno de coloridas y pequeñas flores en la entrada. Pago la carrera y más nervioso de lo que podía disimular, abrió la pequeña puerta de la calle para acercarse a la puerta principal y tocar en timbre.
Contuvo el aire cuando una voz de mujer que se hacía muy familiar le respondió desde adentro con un "ya va!", Y se quedó estático, solo esperando y rezando interiormente por un buen desenlace de esa visita.

Temblando como un flan vio abrirse la puerta y aparecer tras ella a Catalina Ángel con una agradable sonrisa que se congelo ante la sorpresa de ver quién estaba tras la puerta.

Cata: Armando? Tu que haces aquí?

A: Cata? Que sorpresa, yo.. yo no esperaba encontrarte aquí.

Cata: tampoco yo esperaba verte a ti parado en esta puerta, que haces aquí?

A: yo... Yo vine a hablar con Betty y a... A conocer a mi hija.

En ese momento aparece en escena Michel, que ante la tardanza de Catalina fue a ver quien había llegado, el francés descompuso el gesto al ver de quién se trataba y Armando quedó serio por un instante, pero al fijarse que el francés venía con su niña en brazos, su atención paso a ser exclusivamente de ella y el resto del mundo desapareció para él.

Con el corazón desbocado y los ojos llenos de lágrimas, sin pedir permiso e ignorando por completo a los otros dos que lo observaban atónitos, Armando se acercó a Michel sin dejar de ver a la bebé y ante la falta de reacción del francés que no salía de su asombro, tomo a la pequeña en sus brazos comenzando a llorar y a besarla por todas partes mientras repetía " mi niña, mi bebé! Al fin te tengo en mis brazos! Mi princesa! te amo tanto mi niña!.

Catalina quedó atónita ante la reacción de Armando, pues ella creía que a él no le había importado nunca saber que Betty esperaba un hijo suyo, pues ésta le había contando que le había dejado una carta diciendoselo junto con la dirección donde podría encontrarla si el deseaba ser parte de su vida en esa nueva etapa y que el no solo nunca le respondió, si no que tampoco apareció por allá. Ese pensamiento, se contradecía con lo que ella observaba y percibía de el cada vez que era convocada por Ecomoda para una nuevo lanzamiento, ella lo veía serio, percibía su tristeza, de veía más delgado y era la comidilla de toda la alta sociedad de Bogotá que "el tigre de Bogotá" se había limado los colmillos, ya no salía si no era de suma necesidad como podía ser un cóctel o un evento de negocios, ya no se le veía con mujeres ni se le conocían escándalos de faldas, era todo lo opuesto al Armando Mendoza que ella conoció antes de Betty.
Y ahora lo veía besando y acariciando a la pequeña con total devoción mientras lloraba sin ningún pudor delante de ella y de Michel y no comprendía bien porque lo estaba haciendo, porque había aparecido justo ahora.
Michel por su parte cuando pudo reaccionar de la sorpresa que se llevó, quiso acercarse a Armando a quitarle a la niña de los brazos, pero Catalina que intuía que algo había sucedido en ese tiempo que ella dejó de ver a Armando, lo detuvo y le pidió que se retire, que ella hablaría con el mientras Betty regresaba del trabajo y que estaría al pendiente.
No muy convencido, el francés acepto, y se fue después de lanzarle a Armando una mirada fulminante, mirada que él ignoro porque estaba totalmente perdido en la carita de su niña y en ese momento con ella.

Todo Por EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora