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Magdeburgo, Alemania.
1 de septiembre de 1999.

—¡Cumpleaños feliz, te deseamos a tí, feliz cumpleaños Bill y Tom, feliz cumpleaños a ustedes! — cantaban los invitados y los familiares de ese par de gemelos.

—Felicidades, hijos míos, ya son 10 años. Qué grandes se me hacen. — dijo la madre, dándoles un abrazo.

Ellos soplaron las velas y todos aplaudieron con una sonrisa, la música comenzó a sonar en toda la casa porque, claro, ellos no podían permitirse una fiesta muy grande y costosa por la economía que tenían como familia, por eso se iban a lo más barato y factible.

—Mamá, ¿dónde está Ayla? ¿Por qué no vino a nuestro cumpleaños? ¿Ya no nos quiere? — preguntó Bill bajando la mirada, mirando la tarta sin un pisco de alegría.

Ella tragó fuertemente y suspiró agarrando a Bill de la mano porque Tom ya se había ido a jugar con sus amigos, se fue con él al sofá y se sentó junto a su hijo.

—Cariño.

Aquel niño con ojos preciosos miró a su madre esperando una respuesta.

—Ella fue llevada al hospital en la madrugada y...

—Su corazón, ¿no?

—Así es, hijo, su corazón está teniendo problemas otra vez como ya lo hemos hablado. Es por eso que ella no pudo venir pero vendrá apenas salga de allí.

—¿Me lo prometes? Ya son dos años seguidos que ella no viene...la echo de menos.

—Te lo prometo. — besó la frente de su hijo y suspiró, en eso una llamada interrumpió aquel momento. — luego vuelvo, cariño, voy a contestar la llamada.

Ella se alejó de él y fue hasta el jardín, vio quién era y justamente era la madre de Ayla.

LLAMADA

Dime, Greta, ¿Cómo está la niña?

Mi...mi niña... - se escucha como sollozaba.

Dime que ella está bien.

Su corazón n-no responde, voy a perder a mi hija...la voy a perder.

Ya voy para el hospital, no te dejaré sola en esto.

Trae a Bill, por favor, t-tráelo.

No puedo hacer eso, Greta, mi hijo no puede ver a su mejor amiga en ese estado.

Solo hazme ese favor, yo sé que él hará que ella reaccione, por favor...te lo pido.

Lo hablaré con mi esposo. No tardaré en ir, te lo prometo.

FINALIZADA

—Mamá. —unos brazos abrazaron a esta mujer, eran los delgados brazos de su hijo Bill rodeando su cintura por su baja estatura.

—Oh, hijo, ¿desde cuándo estás aquí?

—Desde que pusiste la llamada en altavoz. Ella se irá al cielo...¿n-no? - su voz se tornó rota y los ojos de aquel niño se llenaron de lágrimas.

El regalo || Bill Kaulitz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora