☆SEIS☆

128 34 27
                                    

Ayla no despertó en dos días contados, lo bueno de todo es que recibió la operación súper bien y tenía unos síntomas muy buenos. Tiempo más tarde, la menor no tan menor había tenido una hermosa recuperación, la mejoría se notaba a simple vista, cosa que alegró a los padres.

Cuando la dieron de alta fueron a casa y se sentaron en familia.

—Mamá, ¿por qué Bill no ha venido a verme en toda mi recuperación? ¿Es que acaso me abandonó como la última vez?

—Te puedo prometer que no tengo ni idea, hija no te preocupes de eso ahora, preocúpate que estás mejor y podrás vivir más tiempo, es un milagro.

—Ya.

—Hija, esta carta nos la dio el médico cuando te operaron, dijo que alguien la dejó para tí, ve a leerla a tu habitación mientras nosotros hablamos y hacemos la comida.

Ella agarró la carta y asintió yendo a su habitación la cual extrañó demasiado, nada era mejor que estar en casa. Se sentó en la orilla de la cama y abrió la carta, era la letra de Bill, que raro. Él no suele escribir cartas.

"Hola, mi amor lindo, mi hermosa estrellita. Espero que todo haya salido muy bien en la operación, te juro que estoy emocionado en que puedas vivir muchos años más porque te lo mereces. Sabes, aún recuerdo cuando me preguntaste hace un par de años que cuál iba a ser el regalo que te daría cuando cumplieras los 18 años y te dije que sería una sorpresa, lo recuerdas, ¿no?

Me costó mucho pensar en el regalo que te daría porque estuve preparándolo por años y me estuve planteando si sería el mejor regalo para tí. También recuerdas cuando te dije que nunca olvidaras que cuando mi corazón latía muy rápido es porque estaba nervioso y porque me gustabas, ¿no?

Pues me pensé muy bien el regalo y quise regalarte mi corazón para que me tengas contigo siempre, cada vez que me pienses y sientas nuestro corazón latiendo muy rápido es porque nos amamos. Feliz cumpleaños número 18, mi estrellita.

Te amo."

—No...no puede ser...no...¡No, Bill! —comenzó a gritar cayendo al suelo, su llanto fue muy audible y ella no dudó  en golpear el suelo.

Sus padres subieron rápido y la vieron muy destrozada, eso les preocupó, el padre vio el mensaje por encima y sin duda fue abrazar a su hija.

—Ay, mi niña...—el padre la abrazó fuertemente.

—P-Papá...me dejó...dio su vida por mí y...y me d-dejó. —no paraba de llorar, su corazón no dolía sino su alma.

La madre leyó la carta y no lo pensó ni dos veces y se tiro al suelo a abrazar a su hija.

—Lo sentimos mucho, hija.

Ayla gritaba de dolor y apretó la camiseta de su padre, su llanto era desgarrador. Su novio, su Osito, le dio su corazón para que ella viviera mucho más pero no pensó que ella quería vivirlo con él.

—Mi Bill...¡No, no, no...! —su llanto y sus gritos no cesaban, se estaba desesperando.

(...)

Todo pasó lento para Ayla, dejó de comer por un tiempo, se enfermó y se recuperó porque los chicos le pedían que viviera por Bill porque él siempre quiso eso para ella. Pensar que por su culpa Bill se marchó caía en un vacío que la volvía loca, pero eso no era así.

Un par de meses después Ayla se encontraba sentada en el césped viendo la lápida de su novio y justamente sintió a alguien sentarse a su lado, era Tom.

—Parece que fue ayer y solo pasaron 4 meses después de todo. —habló Tom con la mirada perdida.

—Perdóname, Tom, por mi culpa Bill no está aquí con n-nosotros y...—un nudo en su garganta se formó y sus lágrimas no tardaron en salir.

—Él desde pequeño siempre dijo que algún día daría su corazón por tí porque odiaba verte sufrir, lo intenté detener pero no pude...fue su decisión, todo lo hizo por amor, por tí.

Tom la abrazó y ambos miraron aquella foto de Bill, una foto sonriendo, así lo recordarán, como un chico que con una sonrisa siempre lo miraban y como un chico alegre que siempre hizo feliz a todos, sobre todo a su querida estrellita.

Y esta historia la seguirá contando Ayla cuando encuentre a su nuevo amor, aunque siempre su primer amor lo será Bill, Bill Kaulitz.

Fin.

Quiero confesarles que cuando estaba escribiendo este capítulo no dejaba de llorar y sentir como mi escritura transmitía ese sufrimiento que la pequeña Ayla sentía

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Quiero confesarles que cuando estaba escribiendo este capítulo no dejaba de llorar y sentir como mi escritura transmitía ese sufrimiento que la pequeña Ayla sentía.

La verdad que les agradezco un montón que hayáis llegado conmigo hacia el final de esta preciosa historia. Los amo un montón, eso no lo dudéis y de verdad que gracias, gracias y gracias por apoyarme hasta el final.

Espero que esta historia haya sido de vuestro agrado y les haya transmitido lo mismo que a mí. Un beso grande y nos veremos en una próxima historia, aquí culmina "El Regalo".

Mil gracias. ☆

El regalo || Bill Kaulitz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora