𝐍𝐎 𝐓𝐈𝐌𝐄 𝐓𝐎 𝐃𝐈𝐄.
❛ No confío en ex-policías. ❜
❛ Eso es estúpido, y siento ser yo quién te lo
recuerde, pero eres uno.❜
e𝒏 𝒅𝒐́𝒏𝒅𝒆 ─ lo último que brian
habría imaginado era encontrarse
a su ex-c...
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Cuando Neilea le especificó que no quería verlo metiendo sus narices en sus asuntos, sabía que se refería a que por aquella vez se libraba de sus manos pero que si había una segunda ocasión, sin duda alguna iba a lamentarlo.
Y a Brian, aquella dulce amenaza le pesó en el momento que las personas a su alrededor empezaron a gritar y a alentar a un precioso Porsche 911 GT2 negro que se acercaba con lentitud, yendo detrás del Mazda RX-7 rojo, estacionado, de Dominic, y por adelante de los demás.
¿Acaso el idiota que soltó un gemido lastimero cuando se detuvieron los autos, había sido él?
La puerta de ese auto se abrió con lentitud, y detrás de ella, dentro de los cómodos asientos acolchonados, salió ella. La morena observó a la multitud con una sonrisa ladeada y satisfecha, sin reparar en su presencia, y él no pudo evitar sonreír hacia ella, sintiendo una rara electricidad recorrerle. Antes de deshacerla y cambiarla por un ceño fruncido ante el repentino interés de varios hombres de muy buena apariencia física —e innecesariamente muy poca ropa— a la brasileña, que muy lejos de atosigarse, la estaba pasando en grande, acostumbrada.
—¡Sequeiraaaa! —llamó con una emoción flamante en sus ojos, Héctor. Un tipo que acababa de conocer. Él enseguida volteó su mirada al darse cuenta de lo mucho que la observaba— ¿La has estado viendo, eh? —le sonrió a Brian, pícaro y burlesco, mientras le empujaba el hombro, amistoso— Sí, pues no eres el único —extendió su mano hacia el chico, y así mismo atrajo a la hermosa mujer que con anterioridad había llamado, haciendo que quedaran los dos justo delante del joven—. Ella es Neilea Sequeira, la chica más veloz que han podido ver mis ojos en toda mi vida —se acercó hacia el rubio, susurrando—: es la única que ha sido capaz de vencer al grandote de allá. —y señaló a Dominic, que resoplaba, al parecer cansado de recordarlo.
Brian no pudo contener la exclamación de sorpresa brotar de sus labios.
Y tampoco pudo contener la mueca en su rostro al no recibir respuesta de la chica.
Cómo si lo estuviese ignorando.
—¡Héctor! —Dominic llamó.
Edwin, sin ser llamado, también se acercó. Chocando puños y codos con Neilea y Dom, que sólo se saludaron con una inclinación de cabeza y una sonrisa.
—¿Cómo nos lo montamos? —preguntó él a Dom, sin quitarle la mirada a la morena.
Brian resopló. ¿Qué acaso todos estaban obsesionados con Neilea?
—Una sola carrera. Dos mil por participar. El ganador se lo lleva todo —él se giró hacia el hispano, dejándole un fajo de billetes en la palma de la mano—. Héctor, tú controlarás la guita.
Neilea dejó de escuchar y prestar atención allí, mientras le gritaba a un sujeto a lo lejos que cambiarán de canción. Antes de ver cómo todos le daban el dinero a Héctor, excepto ella. De todas formas, no iba a participar.