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Cuando Chloe despertó y pudo divisar su casa unas ganas de vomitar habían invadido su cuerpo. La última vez que había pisado esa casa había sido aquella tarde en la que su hermano mellizo le gritó que ya no era su hermana.
Aquella tarde de agosto Chloe había hechos sus maletas y se había marchado con su padre.

—Desde ahora no mires hacía atras.—Dijo Dwight—Claro, si no te persigue un loco asesino.

—Lo qué pasó no define tu futuro, Chloe.— Hablo Sidney. —Lo de Woodsboro quedo en el pasado, Beacon Hills es tu futuro.

Chloe sonrió.
—¿Los volveré a ver?

Dwight estacionó fuera de la casa de los McCall, colocando el freno de mano y observando a la chica a su costado.
—Siempre, podrás contar con nosotros siempre.

La castaña suspiró, observó hacía la casa y se bajo del auto, a los segundos una mujer de cabello rizado salió de la casa con una sonrisa en su rostro y detrás de ella, su hermano mellizo le observaba.

Ambos habían cambiado, ya no eran unos niños de quince años. Ambos habían cumplido ya sus diecisiete.

Los tres sujetos se bajaron del auto en compañía de la chica.
—Hola mamá...—Hablo Chloe mientras observaba a su madre, quien corrió hasta ella abrazandola fuertemente.

Sidney bajaba las maletas del auto acomodandolas cerca a la puerta del hogar.
Chloe después de una pequeña charla, observó a los tres sujetos que le habían acompañado hasta su nueva vida.

Se acercó a la periodista del trío de adultos abrazandola, causando la sorpresa de los presentes e inclusive de la misma adulta.
—Perdóname por golpearte el rostro...

Gale, la periodista sonrió y acarició el cabello de la castaña.
—No, no lo sientes.

—No...—Dijo Chloe para soltar una pequeña risa.

Chloe se separó de Gale, abrazo a los otros dos miembros quienes miraron a la adolescente con dulzura. Deseando que todo cambie para bien, despidiendose de la chica más valiente que habían conocido.

—Cualquier cosa Chloe, lanzamiento de cuchillos. Eres excelente en eso.—Bromeo Sidney.

Gale Weathers, Sidney Prescott, Dwight Riley se despedían de Chloe.




Cuando Chloe se instaló nuevamente en su habitación su madre estaba emocionada por hablar con la adolescente frente a ella.
—¿Estás emocionada? — Hablo Melissa McCall mientras ayudaba a su hija a desempacar.

Chloe asintió, realmente no sabía que decir. Sabía que dentro de todo su madre quería saber como estaba el estado mental de su única hija.
Melissa había pasado el susto de su vida cuando una noche su ex-esposo le llamó avisandole que su pequeña hija estaba en un hospital internada por múltiples heridas; heridas que habían dejado marcas.
—Mamá... se que quieres saber si estoy bien.—Hablo Chloe mientras se sentaba en su cama y se retiraba su chaqueta. —Estoy bien, lo prometo.

Y dentro de todo no mentía. Tal vez su amiga había intentado apuñalarle hasta la muerte, al igual que su ex novio quién también le era infiel con su amiga. Pero ella estaba bien.
Ambos estaban muertos, ya no corría peligro.

Melissa no pudo evitar que sus ojos se cristalizaran, recordaba aquellos sucesos como si hubiese sucedido hacía solo algunos minutos.
Chloe en una camilla con heridas cortopunzantes en su abdomen, hombro, pierna y espalda. Era un milagro que después de tantas heridas no hubiera muerto.
La rizada abrazo a su hija, con miedo de perderla.
—No sabes lo mucho que me culpe cuando me enteré... me decía a mi misma que tuve que haberte ido a buscar apenas te fuiste de aquí. Pero es que jamás pensé que sucedería eso.

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