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Daniela llegó a la oficina de Mycroft, la recibió Anthea.

-Buenos días, Señora. - saludo Anthea, de lo más natural posible.

-Hola Anthea, ¿Está ocupado Mycroft? - pregunto Daniela.

-No, en un momento le aviso que usted está aquí - dijo Anthea, Daniela le agradeció con una sonrisa. La inglesa se apresuró para avisarle.

-Dame un minuto, ahora salgo- contesto Mycroft atravez del teléfono.

Una mujer rubia, delgada, alta y ojos verdes se acercó corriendo. Daniela arrugó las cejas, pero trato de ignorarla.

-Lo lamento, se me hizo algo tarde.- Se disculpo, tomando asiento en el otro escritorio.

-Bedelia, que sea la última vez. Si no, habrá problemas - dijo Anthea, que hizo ademanes con los ojos, dándole a entender que los problemas se llamaban Mycroft, pero algo más le interesó a la mexican, en ese momento Daniela giro su vista a Bedelía.
La chica rubia, asintió, y se dispuso a comenzar su trabajo. Daniela soltó un poco de aire.

-"No puede ser, genial" - se dijo a si misma la mexicana.

La puerta de abrió y detrás de ella estaba Mycroft.

-¿Sucedió algo?- pregunto el a ella.
-Nada, ¿Puedo pasar?- pregunto Daniela, mirando de reojo como Bedelía miraba la escena. Se sentía observada, la rubia no paraba de mirarlos.
-Pasa, por favor.- dijo Mycroft, dejando pasar a la mexicana, guiandola tomándola de la cintura.
La mexicana tomo asiento en el sofá, dejo su bolso a un lado.

-Queria invitarte a almorzar. ¿Que dices? - pregunto Daniela sonriendo, Mycroft miro su reloj de bolsillo, lo dudo un poco pero cambio de parecer.

-Esta bien. Solo déjame terminar unas cosas y podremos irnos. - le dijo dándole una sonrisa, caminando a su escritorio, comenzó a escribir en unos papeles.
Daniela miraba el vacío, pensando en la mujer que le estaba escribiendo a su esposo.
¿Acaso no sabía de Daniela y sus hijos? ¿Seguía saliendo con ella? Lo dudaba, ya que todos los días llegaba religiosamente a las 6 de la tarde, y en caso de que tuviera más trabajo ella pasaba por el.

Daniela se acomodo en el sofá, puso sus pies arriba y ahora miraba el techo, dejo sus tacones a un lado y se dispuso a mantener silencio.

Mycroft al ver que la mujer se había puesto cómoda, le causó gracia. Sonrió y recordó las veces que ella le hacía compañía en las madrugadas cuando tenía exceso de trabajo.

Tocaron la puerta

-Adelante- dijo Mycroft, la puerta se abrió y era Bedelía con una bandeja con te y galletas. De acercó cautelosa, sus pasos temblaban sobre la alfombra y Daniela rio.

-Traigo un poco de té señor. ¿necesita algo más?- pregunto educada, mirando impresionada como Daniela estaba disfrutando del sofá y como aquella mexicana estaba tan cómoda en la oficina del malvado Mycroft Holmes.
Ni siquiera ella se hubiera atrevido a tanto.

-Necesito que reajusten la agenda de hoy. Pasen lo menos importante para el miércoles. Saldré a almorzar. - dijo Mycroft si prestarle atención a la mujer, quién servía en dos tazas el líquido.

-Si señor. Le recuerdo que hoy tiene junta con el canciller de México.- dijo la chica, Daniela arrugó de nuevo la mirada y se levantó miro sin entender a su esposo, ¿Por qué el canciller de su país? ¿Ahora que sucedía?

El soltó un suspiro, y miro a su esposa.

-¿Puedes pedirle a Sherlock que se haga cargo de tus pendientes del día de hoy? Olvide que te necesitaba - dijo Mycroft pasando su mano sobre su rostro, solto la pluma y miro su celular.

Quo Vadis |Mycroft Holmes| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora