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Pedirle a una bailarina que no bailará era como pedirle a un poeta que no escribiera sobre sus sentimientos, a un pintor que no se inspirara en su musa, a un barista que no hiciera decoraciones en los cafés.
Era algo imposible.
La danza era todo para Celia, era a lo que se había dedicado todo ese tiempo, muchos años de practicas, llanto, accidentes.

Celia recordaba perfectamente la vez que había estado ensayando tanto que una de sus uñas del pie se había desprendido y ni por eso había dejado de bailar. En preparatoria había tenido una caída de un segundo piso al ayudar a su tía a limpiar ventanas, tenía que tomar reposo por dos semanas debido al golpe que había tenido en su cabeza, pero a los dos días estaba en su recital.

Para Celia no era una opción dejar la danza, ni mucho menos pausar ensayos. Ballet era todo para ella, era todo lo que le quedaba.
Gracias a la danza había cautivado a academias dispuestas a entrenarla arduamente para hacerla una bailarina reconocida. Gracias a la danza había cautivado a Tom Kaulitz.

Si bien Celia había conocido finalmente a Tom en un meet and greet, el chico había quedado totalmente cautivado por la castaña la vez en que ella le invito a verla a un recital.

Y ahí estaba ella nuevamente, su pie vendado oculto bajo la mañana y para evitar que alguien notara lo abultado que se veía su pie por las vendas que lo comprimían había optado por su bucaneras. La profesora había indicado que todos debían de ensayar las caminaras en punta y como siempre, Celia estaba dando todo de si misma.

¿Su piel dolía? Claro que sí.
¿Iba a poder soportar las cinco horas de ensayo de ese día? Claro que sí.
¿Su pie dolería mucho más mañana? Demonios, claro que sí.


Mientras practicaba venía a su mente los recuerdos del día anterior.
Tom yendo a buscarla al hospital, Tom llevándola hasta su hogar.
Tom pidiéndole perdón por haber sido un idiota, y finalmente, Tom besándola.
Y es que sí, después de que el de rastas fuera a dejar a su ahora ex novia a su departamento, habían platicado.

—Lo siento Cicy.— Se disculpó Tom.

Celia observaba al chico frente suya.

—Se que lo arruiné y bastante. Pero te juro Celia, esa vez fue la única, lo juro.— Y le mintió. Tom le mintió a Celia sin descaro, aunque claro, ella no lo sabía. —No se lo qué pasó, yo te amo. Estoy perdidamente enamorado de ti, preguntale a Bill, le he estado casi que llorando estas noches.

El corazón de Celia era débil, ella era inocente, pura. Desconocía la maldad del mundo, o tal vez se había encargado bastante de nunca tener que sufrir.
No sabía cuando alguien le mentía, y le entregaba su corazón a todos que le trataran bien. Tal vez muchos la considerarían tonta por eso, y tal vez tenían razón.

Después de aceptar las disculpas Celia había aceptado darle una nueva oportunidad a Tom. Y él había prometido que todo sería distinto.
Cuando había llegado un tiempo de descanso, Celia caminó hasta la cafetería más cercana al estudio de danza, regresando a los cinco minutos.

—¡Cicy!—Bill estaba frente a ella con una gran sonrisa, su rostro desmaquillado y ropas tan comunes habían hecho que pasara desapercibido.

Celia le sonrío, caminó hasta él y le dio un beso en la mejilla como saludo.
—¿Qué haces aquí?—Pregunto la chica.—¿Y Tom?

Bill sonrió aunque más parecía una mueca.
—Salió temprano, aunque no pienses mal, fue con Georg y Gustav a ver algunas cosas para sus instrumentos.

Aquello causaba cierta tranquilidad en la castaña, porque... bueno, Tom no sería capaz de engañarle de nuevo, ¿cierto?

—¿Hace cuanto estás aquí?—Pregunto mientras guiaba a Bill a unas bancas cercanas, rodeadas con algunos arbustos para que nadie pudiera reconocer al chico.

—Oh, poco... unas dos horas.—Contesto de forma inocente y a la vez cómica.

Celia bebió un sorbo de su té , para luego ofrecérselo a Bill.
—¿Por qué no llamaste? O entraste, sabes que mi profesora estaría encantada contigo dentro.— Dijo con inocencia, causando la risa del chico.

—¿Quién no estaría feliz conmigo dentro?—Contesto el chico bebiendo un sorbo del té. Celia demoró muy poco en captar aquello, sonrojandose y dandole un golpe al hombro de Bill, quien no pudo evitar soltar una carcajada. —Lo siento, lo siento

—¡No digas esas cosas en público!—Le regaño sonrojada la castaña.

Bill dejo a un costado el té, pasando su brazo por el hombro de la chica y atrayéndola hacía él.
—Te extrañe.—Confesó.—Extraño a mi mejor amiga más de lo que extraño a las chicas con las que me acuesto.

Celia sonrió, aunque más parecía una mueca.
—Ojalá llegue el día en que llegue una chica y dejes tu vida de galán.

Bill la observó de reojo.
—Yo creo que ya llegó.

𝗧𝗛𝗘 𝗛𝗘𝗔𝗥𝗧 𝗪𝗔𝗡𝗧𝗦 𝗪𝗛𝗔𝗧 𝗜𝗧 𝗪𝗔𝗡𝗧𝗦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora