Collar de perlas, el forastero de los ojos verdes, poción de amor.

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Todos están emocionados, el sol brilla para esta familia, que de inmediato organiza un banquete para celebrar su alegría. Pasan la tarde charlando y escuchando las aventuras de Hua Cheng en el mar.

—Los rayos caían, uno tras otro. Ni uno impactó nuestro barco, pero son igual de atemorizantes— cuenta Hua Cheng con una sonrisa, contradiciendo su propio relato.

Xie Lian se muestra preocupado por lo que escucha, no le causa ninguna gracia, a diferencia de su padre.

—Qué recuerdos, uno sólo de ellos te deja sordo por breves instantes— comenta el mayor con una sonrisa nostálgica.

Xie Lian se aparta de la mesa y recoge los platos sucios, sólo regresa hasta que el tema de conversación ha cambiado.

Más tarde, ya cuando las primeras estrellas adornan el cielo, la mitad claro, la mitad oscuro, Hua Cheng anuncia su despedida:

—Es hora de que me vaya a la posada.

—A-Lian, acompáñalo— sugiere su madre.

Xie Lian obedece y no porque se lo manden, sino porque quiere hablar con Hua Cheng a solas. Caminan por una solitaria calle de piedra, los faroles ya están encendidos para iluminar el camino. Puji ha cambiado desde que Hua Cheng llegó, pasó de ser una pequeña comunidad en la costa a un pueblo en vías de desarrollo. Hua Cheng devuelve la mirada hacia el mar, el cual se aprecia al pasar entre una casa y otra.

—Gege, me iré de nuevo.

Acaba de decirlo y un tirón en el brazo lo obliga a detenerse. Es Xie Lian, quien carga mucha angustia en su rostro.

—No te vayas— suplica.

Hua Cheng se pone de frente a él y acoge su mano entre las suyas.

—Debo hacerlo...Y cuando regrese, nos casaremos.

Los ojos de Xie Lian brillan de forma especial, la angustia sigue ahí, pero la ilusión tampoco desaparecerá. Xie Lian renuncia a su trabajo y los días siguientes frecuentan la meseta por las tardes, se ocultan entre la yerba para besarse, a veces con ternura y otras con desesperación.

 Xie Lian renuncia a su trabajo y los días siguientes frecuentan la meseta por las tardes, se ocultan entre la yerba para besarse, a veces con ternura y otras con desesperación

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Xie Lian es el desesperado, Hua Cheng se irá en dos meses, tiene dos meses para aprovechar su compañía. Los dos quedan agitados y consiguiendo aire por la boca. Es en estos momentos que recuperan el aliento contemplando la puesta de sol.

—Voy a extrañarte...— exhala Xie Lian, con la cara roja y enterrada contra el pecho de Hua Cheng.

El menor lo abraza con fuerzas y restriega su mejilla contra su cabeza.

—Yo te extrañaré igual...Sólo dos viajes más y no me apartaré de ti jamás.

La sangre de Xie Lian se convierte en miel y busca su mirada con esperanzas.

El mar que nos separó, el mar que nos unió. | HuaLian | - 23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora