Capitulo 5

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El ascenso resultó sencillo los primeros treinta minutos. La montaña empezó a tener tramos de subidas cada vez más empinadas, las raíces de los árboles serpenteaban por la inclinación, parecían dedos de la naturaleza surgiendo de la tierra y clavándose de nuevo en ella. En más de una ocasión me agarré a su fuertes troncos para evitar caer, la energía que emanaba la montaña parecía infinita.

A Kira se la veía más perdida que a mi pero se la veía más alegre que anoche, estaba expectante del canto de los pájaros, dando los buenos días al mundo. El rocío de la mañana empezaba a evaporarse, una tenue y fría niebla envolvía nuestro entorno. Cuanto más alto subíamos más frondosa se volvía la montaña. Los árboles se iban agrupando cada vez más hasta casi no dejar pasar los rayos de sol por sus cortinas.

-Arid, estoy seca. ¿Tienes más isotónica?-Dijo sacando la lengua.

¡Claro!-busque dentro de mi mochila, me sorprendió no ver las botellas, me arrodillé y saque todo lo que llevaba en ella...nada.

-Tenemos un problema...las olvidamos abajo.-La dije rascándome la nuca vergonzoso.

-¿Estas de coña? ¿Y que se supone que vamos a hacer el resto del camino?

-¿No compraste nada ayer?

-Apenas me queda un zumo de piña.

-¿Piña? puaj...

-Habrá que beber algo ¿No? No fue a mi a quien se le olvidó toda la bebida abajo..

-Racionemos bien....un zumo <De asquerosa piña> para al menos dos horas más de subida..

De pronto Kira empezó a reír a carcajadas.

-¿Se puede saber qué te parece tan gracioso?

-Te estaba tomando el pelo tonto. Cogí las botellas antes de subir.-volvió a reír más fuerte.

-Que despiadada... me estabas viendo la cara de estúpido rebuscando en la mochila y te lo has callado.-Reí también.

La niebla se había disipado por completo, debían ser las once de la mañana, el sol ya caldeaba el ambiente. Estábamos cerca de nuestro objetivo. Se sentía una energía tranquila y apacible. Me sentí inmerso por un aroma dulce a todo tipo de flores, flotaba por el aire. Tras el frondoso bosque de la montaña teníamos un paisaje único que confirmaba lo que nuestro sistema olfativo sentía. Un majestuoso prado radiante de colores por su abundancia en flores. Una casita vieja pero mantenida centraba la escena. La cara de Kira reflejaba sorpresa, yo tampoco me imaginaba así la cima.

-¡Que pasada!-Comente a Kira.

-Y que lo digas..

Kira arrancó unas flores y las olió con ansia, soltó todo el aire.

-Aqui se respira...limpio.

Me acercó las flores, las olí. Olían delicioso. Nos dirigimos a la casa cautelosos, puede que este lugar parezca tranquilo pero aquí es donde vive la vieja Ruth. El pulso se me acelero y me agarré a el brazo de Kira, no quería quedarme solo ni un segundo. <Solo...Ava...> pensé. Frente a nosotros empezó un camino de piedra delimitado por macetas adornadas con miles de formas y dibujos. La casa se veía más grande desde tan cerca, un tejado de tejas musgosas de un tono anaranjado, paredes blanquecinas con relive la hacían tener un aire rústico y las pocas ventanas que tenia adornadas con enredaderas de las cuales florecían grandes flores rojas.

Llegamos a la puerta, tenía forma redondeada con color violáceo. Llamé temeroso, cada golpe que daba a la puerta se compaginaba con mi corazón. Nadie contestó. Volví a llamar. Nada.

Renegados de la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora