Acto 11

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Los días siguieron pasando con normalidad, sí de algo es bien conocido el tiempo es que esté no perdona su transcurrir, Hanako entendía cada vez mejor su realidad, la realidad en la que ese profesor de matemáticas anhelaba protegerla, sí bien era algo que para ella aún carecía de sentido, decidió cumplirle el gusto ante ello a ese hombre de maraña castaña por cabello, en todo caso no le afectaba en lo más mínimo, sino todo lo contrario, le hacía sentir un especial calor en su ser, algo de lo cual Hanako creía que solo se podía llegar a experimentar en la literatura. Pero lo cierto era que, eso mismo que le encantaba experimentar, se volvía su más grande miseria, pues en el momento que dicha asociación llegara a su final eso no solo le dolería, ¡No! La destrozaría por completo, dejándola con una herida incapaz de poder curar, volviendola a sumir de la peor manera a todo lo que ella bien que conocía, llena de frialdad, apatía, con un peculiar temor a dejar que alguien más la conociese, distante, y llena de remordimientos; pese al mal pronóstico que todo parecía ser, ver a ese hombre con su dulce sonreír que le regalaba solo a ella quiso pensar que de menos, él, le podría ser sincero, diciéndole las cosas de frente, dando por concluida su asociación de la mejor manera posible, al menos era lo que se repetía incansables veces, con el fin de que fuera cierto. Shang era consciente del temor de esa niña, pues en más de una ocasión, ella misma, se lo hizo saber, no obstante siempre hacía cuanto podía para demostrarle a Hanako que no debía porque temerle, en especial a él.

Las cosas seguían su curso, estas no habían cambiado en gran manera o mejorado en algún sentido, es curioso como algunas veces todo se mantiene tal cual, como hay ciertas situaciones que se quedan estáticas ante el transcurrir del tiempo. Aquellos pensamientos que una vez atormentaban el alma rota de Hanako aún estaban presentes, sin embargo también lo estaba Shang, el cual se esmeraba tanto en que esa hermosa niña de orbes jade pudiera entender de mejor manera el mundo, que no siempre eran así de malas las cosas, en todo caso Hanako seguía siendo... Tan ella, una fiera indomable llena de una profunda soledad que solo dejaba que la dominara una sola persona con su suave calor; después de todo, Hanako solo le había permitido a su profesor de matemáticas estrechar con ella, algo que sin lugar a dudas sabían los dos únicos jovencitos que serían capaces de guardarle el secreto, solo por verla feliz, Naomi Mihara y Kaito Difrey. Aunque lo cierto era que esa chica de cabellos castaños se volvía más cálida a su manera, estando dispuesta a dedicarles tiempo, y una que otra breve conversación, pese a todo el panorama, Hanako solo había decidido confiar con plenitud en Shang, el único que fue capaz de conocer lo frágil de su ser, tratándola con delicadeza, protegiéndola de todo daño posible, pero aún con la suficiente zozobra de que se acercara de más a ella, temiendo en gran parte por el egoísmo del cual sabía, todos terminaban cediendo.

Llegó el último día de la semana de noviembre, el día en el que el club de porristas de la escuela preparatoria Senju se alistaba para dar inicio con el torneo regional. Semanas atrás, se había elegido a la escuela anfitriona del evento, misma que para suerte de todos en aquella institución, fue elegida, tanto el cuerpo docente como el alumnado entero estuvieron dispuestos a participar en la organización del evento, todo en apoyo al club que los representaría, esa resultó ser una temporada difícil para Hanako, pero sobretodo para Shang, pues odiaba a más no poder que más de un chiquillo se le acercara a esa su pequeña niña de ojos jade con el fin de conquistarla, entre los cuales la terminaba abordando mucho aquel jovencito de ojos profundos como el océano, de nombre Kaito, deseando en más de una ocasión que esa chica, Hanako le dejará de hablar, pero tal como Shang lo había prometido en el pasado, desde el momento que le había obsequiado ese anillo en oro blanco a esa su niña y que siempre portaba en su anular izquierdo, no volvería a actuar tan irracional, aunque lo cierto y hasta irónico es que "el hombre (la humanidad) es una multitud de cosas, pero no es racional".

Di mi nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora