Acto 39

4 1 0
                                    

Octubre estaba a la vuelta de la esquina, todo estaba realmente listo, faltaban escasos días para la boda de esa joven de veintisiete años con ese hombre de treinta y nueve años de edad. La emoción de Hanako, solo era comparada con el constante recuerdo de la mujer que una vez fue su madre; los meses habían pasado con lentitud, Hanako tuvo que regresar a su rutinariedad, Hong Kong era parte esencial de dicha constancia, dar clases una vez más también lo era, y, aunque sentía un particular sentimiento nostálgico por su país, sus decisiones seguían siendo las mismas.

Octubre llegaba. El maravilloso sábado siete de octubre se llevaría a cabo la boda, mientras sus cuñadas la peinaban, ella mantenía sus ojos jade fijos en ese peculiar vestido, hacía nueve años lo había recibido; la sonrisa de su madre tras verla en esa ocasión se mantenía presente en esa joven mujer, recordando sus suaves palabras, su dulce petición y su promesa que nunca se cumplió. Aquel vestido blanco, simbolizaba más que solo su vestido de novia, era más el significado que cargaba, un cobijo de la madre que ya no tenía, un fragmento de ella que aún mantenía, y, qué de igual manera esperaba siempre conservar.

Tras maquillar a su mejor amiga, Naomi veía sumamente conmovida a esa chica, divisando a una niña ensimismada en el dolor que evolucionó, convirtiéndose en una mujer completamente distinta, qué, ni los peores horrores lograron romperla.
—Te ves preciosa —susurró con lágrimas en sus ojos.

—Gracias Naomi. —Sonríe.

Entraba a aquella habitación la matriarca de la casa Li, al verla, sus ojos se le llenaron de lágrimas, estaba realmente feliz, pues, a pesar que sus hijas ya contaban con pequeños y estaban con sus respectivas parejas, está era la primera boda que se celebraba en la familia.

—Mi niña hermosa —toma sus manos—, estoy tan orgullosa, sé qué tu madre estaría pensando lo mismo.

—¿Eso crees, Yian Fa?

—Estoy segura.

Hanako mordió un poco su labio inferior, suspiró con fuerza y comenzó a caminar, al ver la hermosa luz del sol la hizo sonreír, camino por el largo pasillo de esa mansión, y cuando llegó a la escalera, todas las demás comenzaron a seguirla, bajaban una a una cada una; los nervios eran estruendosos, sin embargo, no había nada qué la detuviera.

Al llegar todas a la planta baja, fueron saliendo una a una, dejando al final a Hanako. Se acercó a ella el hombre qué la entregaría, sonrió al verla feliz, una lágrima suya cayó por su mejilla, Hanako le sonrió de vuelta. Sus ojos se conectaron en un silencio acuerdo, tomaba con fuerza sus manos, se acercaba hasta ella y le depositaba un beso a su mejilla, susurrándole con emoción contenida.
—¿Lista?

—Sí —dijo en un susurro.

La música comenzaba a tocar, el suave sonido del violín envolvía la atmósfera, la bella puesta del sol alumbraba de manera casi mágica aquellos dos cerezos en color ocre dónde se encontraba ese castaño, Shang por su parte veía fascinado a su pequeña prometida, la cual caminaba a paso lento hacía el altar, tan bella y encantadora cómo siempre la había visto, Hanako al verlo sonreía tiernamente, emocionada, nerviosa, expectante, apretaba con fuerza el brazo que la sostenía.

—Tranquila Hanako mi amor, todo estará bien —musitó.

—Ja ja ja, tan cínico cómo siempre, gatito roñoso. —Sonríe.

Ambos llegaban hasta el altar, Kaito retiraba el velo de su rostro, besaba con ternura la mejilla de su mejor amiga, entregándosela a ese hombre que no podía disimular su alegría. Daba unos pasos atrás y, en eso su novia se colgaba de su brazo, apoyando su cabeza en su hombro, suspirando con emoción. Kaito sonreía al ver a su mejor amiga sumamente feliz, recordando esa petición.

Di mi nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora