Día 14

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Domingo de Pascuas
(Resurrección)


00:06AM

Da media vuelta y ni siquiera se preocupa por su campera colgada en el respaldar de la silla. Al llegar a la puerta de entrada, agarra el primer manojo de llaves que sus manos alcanzan y abre la puerta, para luego cerrarla de un portazo.

Sale a la calle y camina sin mirar atrás. No tiene idea de dónde está, lee los carteles, pero las calles tienen nombres sin sentido para él. Se da cuenta de que está reteniendo sus lágrimas cuando llega a una esquina y el cartel está tan borroso que no puede distinguir las letras. Las luces que adornan la ciudad ya no son más nítidas y la gente que le pasa por al lado poco le preocupa su situación. Al fin y al cabo, la ciudad está llena de turistas festejando las Pascuas, caminando animadamente por la Avenida Colón, menos él.

Solo quiere volver a su casa, a su cama ¿Por qué es tan difícil encontrarse? Quiere que Lionel lo lleve de vuelta a donde lo encontró, que lo deje en la puerta de su casa con sus dos valijas y su bolso de mate. Y que en vez de bajar para ayudarlo a empacar, que suba la ventanilla y se aleje lo más posible de él.

Tal vez Dios escucha sus plegarias cuando lo ve deambular de madrugada sin donde caer parado, porque al limpiar sus lágrimas logra reconocer la loma cerca del mar en donde está el Chalet de Lionel. No sabe cuanto tiempo camino, sus pies duelen, pero corre en subida incluso aunque sus músculos ardan. Pasa el patio delantero y saca las llaves probando una por una hasta poder abrir la cerradura. Camina por el living, sube las escaleras saltándose algunos peldaños y abre la puerta de la habitación.

Pulcra y todo perfectamente en su lugar. Pablo se acerca hacia sus valijas que había dejado preparadas horas atrás. Aplasta un poco la ropa y las cierra a ambas. Mira desde la puerta la cama en la que habían dormido, se ve tan tentador su rincón en la pared, ve el pequeño dibujo de estrellas que hizo con lápiz cuando las primeras noches se despertaba a la madrugada, casi sonámbulo. Las ganas de acostarse y que Lionel se le una a él por última vez lo invaden. Descarta ese pensamiento tan rápido como puede.

Se asegura de no olvidarse nada, cierra la puerta y arroja las llaves hacia adentro de la casa por la ventana, luego la cierra.

Aunque quisiera, no podría volver ¿Qué es una casa si no es el primer lugar del que aprendes a escapar?

Se dirige hacia la esquina donde el cordón pintado de amarillo y el cartel le indican que ahí paraban los taxis. No pasa mucho tiempo hasta que para a uno que estaba libre. El señor lo ayuda a subir sus valijas y aunque sea obvio, Pablo le indica desde el asiento trasero el destino.

"Buenas noches. A la terminal, por favor"

No se le dificulta encontrar boleto para la vuelta ¿Quién se iría de Mar del Plata un domingo de Pascuas a la madrugada? Nadie, excepto quien huye del amor.

Eran tan pocos quienes se dirigían a Capital que Pablo puede elegir el asiento que más le plazca, los dos para él solo. Las caras de los demás pasajeros no era muy diferente a la de él, cabizbajos, mirando a la ventana esperando algo -o alguien- que los haga quedarse con la arena y el mar.

El micro arranca y ninguno encuentra su ancla a la ciudad.

Pablo cierra sus ojos y se obliga a dormir. Está raro, no siente como si estuviera huyendo, no siente como si estuviera dejando algo atrás. No siente nada. Está en piloto automático en una ruta que sabe de memoria, demasiado bien para su propio gusto. Un déjà vu constante del que no puede escapar. Incluso Pablo se atrevería a decir que sabe como termina esta historia.

Lo sabe, lo sabe muy bien, porque no es la primera vez que ha hecho esto. No es la primera vez que huye de una casa, compra un pasaje y se va a otra ciudad. No es la primera vez que un amor lo rechaza, ni la última. No es la primera vez que deambula como un perro de la calle, sin collar y sin hogar.

Amor Clasificado [ScalonixAimar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora