XIX

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Después de tantas caídas, de rozaduras y de heridas,

de tantas palabras rotas, de sentimientos tachados,

de risas forzadas en días de invierno en los que sólo pedía que alguien me diese un abrazo,

después de la hipocresía, de las locuras, de las mentiras,

lágrimas a altas horas de la noche, cartas despedazadas e ilusiones marchitas.

Después, sólo pedía salir de la desolada desesperación.

Y fue entonces cuando me di cuenta de que no había forma de salir de la melancolía.

Y que al fin y al cabo, uno ya se acostumbra a vivir en el infierno.

Entre líneas torcidas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora