18: Nervios.

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—¡Primero te escapas con tu novio secreto y ahora te encuentro haciendo cochinadas en la escuela!—exclama mi padre con la cara roja

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—¡Primero te escapas con tu novio secreto y ahora te encuentro haciendo cochinadas en la escuela!—exclama mi padre con la cara roja.

Nos encontramos en su oficina en la escuela.

Yo me encojo en mi asiento con vergüenza, las mejillas sonrojadas y una sensación de hormigueo en mis labios, los cuales todavía sienten el contacto directo con los de Jamie. Han pasado dos años desde la última vez que besé a alguien, mi cuerpo no sabe cómo reaccionar a lo que acaba de pasar en el clóset del conserje. Solo sé que mis pies parecen no tocar más es suelo. Creo que me estoy volviendo loca.

—Sólo nos estábamos besando.—digo y las palabras suenan extrañas cuando salen de mi boca. Lo que acaba de pasar no se siente real.

Estoy soñando.

Debo de estarlo.

—¡En la escuela!—recalca lo obvio.—¡En mi escuela!

—No es para tanto...

—Tu castigo acaba de subir oficialmente a dos semanas sin tu celular.—declara comuna expresión pintada en su cara que me dice que no es una buena opción objetar.

Retengo los impulsos de responder de mala gana.

—Está bien.—me levanto de la silla.—Y lo siento, de verdad.

Papá se gira hacia la ventana que está detrás de él. No dice absolutamente nada y yo tomo eso como mi momento para irme.

—Jojo...—me detengo cuando escucho su voz. Sigue sin mirarme.—invita a Flatters a cenar con nosotros la próxima semana, tus hermanas y la abuela vienen de visita.

—¿Abuela?

—Si, María.

—Ella no es mi abuela.—frunzo el ceño.—Pero le diré a Jamie de todas maneras.

—María te crió-

—No quiero escucharte ahora, papá.—sé que no estoy en lugar de ponerme a discutir más, pero la mención de esa señora me saca de casillas.—Mi única abuela era tu madre.

—Haz un esfuerzo por llevarte bien con ella, es todo lo que pido.

—¿A María también se lo pides?—me estresa que él siga dándome la espalda, en todas las formas posibles.—¿O sólo a mí? Yo intento lo mejor que puedo, no es mi culpa si ella me odia.

—No te odia, Jojo.

—¡Por Dios, papá!—levanto la voz sin pensar.—Tú mismo la escuchaste decir que no me considera su nieta.

Él simplemente suspira.

—Jojo, vete.

—No es justo-

—¡Vete!—me sobresalto un poco al oírlo gritarme.

Retengo unas patéticas lágrimas que amenazan salir de mis ojos.

El patito feo y el príncipe [Jamie Flatters]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora