10: Pretender.

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Dejo que el sol haga su tarea de brindarme nutrientes

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Dejo que el sol haga su tarea de brindarme nutrientes.

Hoy es un día de esos en los que la estrella a la cual giramos alrededor nos bendice con su presencia. Jamie se encuentra sentado a mi lado sobre al verde pasto del jardín de la escuela, come en silencio, disfrutando de la calidez. Yo intento ignorar las miradas de los demás, concentrado mi atención en mis apuntes de química. Ya ha pasado una semana desde que nuestra farsa empezó, no he vuelto a hablar con Brianna, y ayer tuve la primera sesión de estudio con Sheila y mi novio falso.

Bueno, más bien Sheila estuvo ahí por exactamente quince minutos, en los cuales se dedicó a coquetear descaradamente con Jamie, él esquivó cualquier tipo de provocación y a mí no me podía importar menos. Al final ella se fue con la excusa de que tenía cosas importantes que hacer.

Mi plan marcha a la perfección. Más o menos.

Y no es ni siquiera algo elaborado: convencer a Jamie de prepararla para el examén de biología que tienen la próxima semana.

Pero en lugar de ayudarla, le enseñará los temas equivocados y le confundirá para que repruebe. Se supone que lo tendría que haber hecho ayer, pero la muy vaga no soportó ni media hora de estudio. Jamie me dijo que eventualmente acudirá a él por privado a último momento.

Todo va bien, supongo.

Lo cual me asusta.

Termino de escribir el ensayo sobre el experimento que hicimos en química, satisfecha con mi trabajo.

—¿No tienes hambre?—me pregunta Jamie, ofreciéndome un poco de su comida. Es ensalada de lechuga, pepinos, tomates y rábanos.

—No.—confieso.—Me comí mi almuerzo en geografía, el profesor no vino hoy.

—¿Hiciste la tarea de matemáticas?

—Si... bueno, lo intenté, no sé si los resultados son los correctos.—abro mi cuaderno de la materia en la página en donde está la tarea.

Se lo doy a Jamie, quién enseguida entra en modo de profesor serio. La verdad me sorprendió el hecho de que no hizo ninguna de sus bromitas estúpidas ayer, solo me habló cuando era necesario, me explicó con toda la paciencia del mundo apesar de que tuve dificultad al entender la mayoría de cosas que decía. Pero no me ayudó con la tarea, me dijo que era mejor si intentaba hacerlo por mi cuenta, después de todo, él no podría ayudarme en el examén que tenemos en unas tres semanas. No sé decifrar su expresión. Tiene el ceño fruncido y asiente varias veces.

—Mmm.—todavía no dice nada.

—¿Y bien?—pregunto. Me muerdo la uña del pulgar. Un mal hábito.

—Noto que te equivocas mucho con los signos, más que nada si el ejercicio es largo.—responde, cerrando el cuaderno y devolviéndomelo. Lo guardo dentro de mi mochila.—Pero en general usaste las fórmulas bien.

El patito feo y el príncipe [Jamie Flatters]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora