—No jodas, Devon —subió sus lentes.—Eso dice.
—Puede estar jugando con nosotros, somos adolescentes, no tenemos ni los conocimientos, ni el permiso.
—Además, creo que para realizar un exorcismo se necesita ser padre, ¿no?
Megan estaba callada, simplemente estaba viendo el otro lado de la puerta, tratando de adivinar cómo cruzar.
—¿Qué decía? —preguntó Megan, sin apartar la mirada de la puerta.
—¿Qué cosa? —Devon la miró.
—Lo que leíste, ¿qué decía?
—Ah, hablaba de un exorcismo y también decía algo como: "Un poco de fé puede ayudarlos a salir". ¿Por qué?
—Fé... Un poco de fé... —miró hacia la fosa y luego volvió a ver a la puerta— ¿Y si no se refería al demonio?
—¿A qué te refieres?
—Sí, lo que nosotros vemos puede no ser un demonio y sólo es una sombra que nos muestra.
—¿A qué se refiere con exorcizar, entonces?
—¿Exorcizar miedos, tal vez?
—¿Exorcizar miedos? ¡No digas estupideces, Megan! —le gritó Devon, con risa.
—¿Miedos? No estoy entiendo tu punto, Megan.
—Lo pondré a prueba, si muero, no me lloren.
—¿Qué? ¿De qué hablas, Megan? —April la miró con los ojos llenos de miedo.
Megan avanzó con lentitud hacia la fosa, dando un paso hacia el vacío oscuro.
—¡Megan! ¡¿Estás loca?! —se acercó rápidamente April.
—Tal vez... Deséame suerte —se quitó su mochila y se la entregó a April. Dio el paso y cayó al vacío.
—¡¡Megan!!
Megan cayó en un trozo de madera, lastimando su tobillo y su brazo.
—Mierda... —sostuvo con fuerza su brazo, sobre el que había caído. Trató de jalar el aire que había perdido.
—¡Megan! ¡¿Estás viva?!
—¡Así es, pero creo que me rompí el brazo, y tal vez el pie! —jadeó un poco de dolor.
—¿No es más probable que se haya roto el pie que el brazo? —Devon miró a April.
—No sé —se encogió de brazos.
—Tal vez cayó sobre su brazo y no sobre sus pies.
—Puede...
—¡Me parece que hay unas escaleras, pero no veo una mierda!
Christine revisó la mochila de Megan y encontró una linterna. La lanzó hacia abajo.
—¡Ahí va!
—¡¿Qué va?! —recibió el golpe en la cabeza y se quejó— ¡Pero avisen qué es, me dolió!
—¡Perdona!
Megan encendió la linterna y alumbró el piso, había un agujero, por el que una persona podía caer, en el centro.
—Qué mala suerte tuvo el desgraciado de las cadenas. Sólo había un espacio por dónde caer y entró en él —se acercó al agujero y alumbró el fondo, pero solo encontró un color café— ¿El agua es café? ¿Dónde está la cosa que hacía ruido y salpicaba agua? —siguió avanzando, sosteniendo la linterna y su brazo.
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La mansión sin retorno
RandomJuegos grotescos se llevan a cabo en un pueblo muy lejano e inhabitado de México. Adolescentes son secuestrados y llevados hacia aquella mansión apartada de la sociedad, desgastada y marchita como un pétalo de flor en invierno. El anfitrión dará la...