Capítulo 13. Dos letras

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Megan volvió la mirada hacia la persona que le había dado aquel fuerte golpe.

—No mames, creo que me safaste la mandíbula.

—¿Qué? Claro que no.

—Es sarcasmo, pero sí golpeas fuerte, Elaine.

—Perdona —se puso de pie y miró a todos lados— ¿Dónde estamos?

—En la siguiente habitación, es un paseo por su vida, entonces estamos dentro de su experimento del sueño, pero no sé cuánto tiempo me tomó despertar.

—¿Cuánto tiempo nos queda?

Megan levantó el rostro y vio el reloj de arriba, caminó sin ver hacia donde iba, dando vueltas para lograr ver el reloj de manera derecha.

—Parece que nos queda 1 hora con 15 minutos —bajó el rostro y ella había quedado a unos centímetros de Elaine.

Elaine podía sentir la respiración de Megan en su cuello, se sonrojó un poco al notar los ojos café de Megan.
Megan se alejó con una risa nerviosa y se aclaró la garganta.

—Bueno, ahora tenemos que despertar a alguien.

—¿A quién y cómo?

—Encontré unos audífonos que parece que sirven para despertar a alguien, pero no sé a quien despertar.

—Podrías despertar a la rubia.

—¿A Christine? —preguntó.

—Sí, es sumamente inteligente y puede ayudarnos a despertar a los demás después.

—Bien —se acercó y le colocó los audífonos a Christine—. Ahora hay que esperar a que se despierte por la música.

—¿Qué música es?

—Creo que es metal, no tengo mucha idea, si me ponía los audífonos pudieron haberse apagado.

Megan seguía viendo a Christine, esperando a que despierte, mientras escuchaba levemente la música que traían los audífonos.

Después de unos 10 minutos la rubia se levantó, golpeando con su frente la nariz de Megan.

—¡Puta madre! —colocó ambas manos en su nariz— Todos vienen con ganas de golpearme la cara, ¿o qué pedo?

Christine se quitó los audífonos y la música se detuvo, hizo su pelo hacia atrás y miró por toda la habitación, estaba sentada en el piso.

—Que música tan tercermundista.

—¡¿Cómo?! Es de la banda de Metallica, eres una sin cultura. Esa banda es patrimonio mundial.

—Claro que no, la música clásica, el pop o cosas parecidas son patrimonio mundial —agarró su cabello y se quejó—. Olvidé que me cortaron el cabello.

—Aunque sea no quedaste trasquilada —rió Megan.

—No es gracioso, mi hermoso cabello fue cortado —ocultó su rostro entre sus manos—. ¿Ahora qué van a decir mis amigos?

—Somos amigas y nos agrada tu corte —dijo Elaine.

—¿Son mis amigas? —Christine las miró.

—Sí —sonrió.

—¿A sí? —preguntó Megan

—Sí, ya dije que sí —Elaine la fulminó con la mirada.

—¡Ah! Sí.

La rubia las miró y sonrió con ternura, era una sonrisa que nunca habían visto en ella. Aquella sonrisa dejaba al desnudo los más profundos sentimientos de la rubia, irradiaba gratitud y felicidad.

—La verdad, no tengo amigos —puso su mano en su nuca—, pero si le dicen esto a alguien las mato.

—Bien, prometemos no decir nada —Elaine levantó la mano.

—Yo... Nunca había tenido amigas, entonces es lindo tenerlas a ustedes —sonrió y se puso de pie.

—Creo que todo el grupo te considera su amiga, o eso es a mi punto de vista.

—Elaine tiene razón, creo que todos estamos formando un vínculo de amistad —colocó su mano en el hombro de Christine y le sonrió.

Christine sonrió y se acomodó el vestido azul que traía.

—Gracias, ahora hay que buscar pistas.

—Cierto.

Comenzaron a ver por toda la habitación, mientras los demás despertaban.
Megan estaba buscando alguna puerta, mientras Christine y Elaine buscaban una llave.

—Por cierto, Megan, ¿encontraste una letra mientras dormíamos?

—Sí, me parece que es una... —sacó la letra y la mostró— Es una “R”.

—¿Una “R”? ¿Qué palabra tratará de mostrarnos?

—Ni idea, pero eso lo descubriremos al final, Christine.

Elaine estaba presionando la pared, de pronto apretó un botón en la pared y se abrió una pequeña compuerta, dando paso a unas jeringas y un frasco con un líquido rosado con tonos violetas, se veía viscosa y parecía que tenía grumos.
Elaine sacó el frasco y lo leyó: «veneno letal». Sacó un pequeño trozo de papel en el que estaba escrito una frase: «aquel que juega con veneno, al final gana».
Ella arqueó una ceja pero tomó las jeringas y el frasco, metiéndolas en sus bolsillos.

—¿Encontraron algo? Literalmente nos quedan 50 minutos.

—Nada aún —suspiró, Elaine.

—Maldita sea...

—Yo encontré una llave —Christine mostró una llave en forma del número 3.

—¿Número 3? —Megan suspiró y tomó la llave, comenzó a buscar por la habitación, en busca de una puerta.

Elaine miró al piso y notó que también tenía un patrón, comenzó a revisarlo y pisó con fuerza una parte.
De ahí se abrió ese pedazo del piso y se mostró una pequeña puerta de madera, con una cerradura.

—Megan, Christine, encontré algo —se agachó a analizar la puerta.

Megan y Christine se acercaron y vieron la pequeña puerta en el piso.

—Tiene una cerradura, ¿Puede que sea de la llave? —volteó a ver a Megan.

—No creo, está más pequeña, hay que buscar otra llave.

—Bien.

Todas comenzaron a buscar la otra llave y escucharon como alguien se puso de pie.

—¿Dónde e-estoy?

—¡Edward! —gritó Christine, con emoción y se acercó a él.

El pelinegro la miró con una ligera sonrisa.

—¿Dónde e-estamos, Christine?

—En una habitación de la mansión, representa el experimento del sueño que hizo el anfitrión con sus ayudantes.

—Y-Ya veo... ¿Que e-están buscando?

—Estamos buscando otra llave —dijo Megan, sacándose un audífono del oído— ¿Podrías ayudarnos?

—Cla-Claro.

Edward comenzó a buscar por toda la habitación.
Pasaron algunos minutos y se tropezó con su propio pie, cayó al frente y puso sus manos en la pared, presionando un botón con bastante fuerza.
La pared se abrió y salió volando una llave, junto con una letra.
Edward agachó la cabeza para que la llave no fuera a golpearlo. Megan se acercó y tomó ambas cosas; era una letra “i” y la llave tenía la forma del número 4.

—¿A-Ahora es diferente nu-numero?

—Sí, pero, ¿Por qué hay dos letras en la misma habitación? —caminó hacia la pequeña puerta del piso y colocó la llave en forma del número 4 y giró hacia su lado derecho, abriendo la puerta.

—¿Qué se supone que es esto? —miró lo que yacía dentro de la puerta.

La mansión sin retornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora