Jamás me había detenido a pensar lo maravillosa que ha sido mi vida, todo lo que he logrado, los lugares que he conocido, a las personas que he conocido, todo esto es gratificante
Esta es mi historia
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—¡Kylie! —grité desde mi habitación— ¿tomaste mi cargador? —Nooo—respondió mi hermana a gritos, desde su habitación. Abrí la puerta con prisa y me dirigí a la habitación de Kylie, sintiendo ya el enojo en mis venas. Al llegar, no perdí tiempo y abrí de golpe la puerta. —¿Qué no te enseñaron a tocar la puerta? —dijo Kylie, con una mirada irritada, sin apartar la vista de su teléfono. —No– respondí con tono firme—vine a buscar mi cargador. —Yo no lo tengo, Kate. Empecé a revisar entre sus cosas, moviendo libros y ropa por el suelo. Mi hermana tenía una habitación caótica, pero después de unos segundos encontré lo que buscaba: el cargador escondido entre su ropa. —Aquí está, idiota—dije, levantándolo victoriosa. Tomé el cargador y me giré hacia la puerta, pero antes de salir, Kylie me lanzó un cojín. —Deberías ser más compartida, Kathrina—gritó, burlona. —Lo sé, Kylie—respondí con una sonrisa, aunque en el fondo me molesta un poco. Salí de su habitación y bajé las escaleras hasta la cocina, donde mamá estaba sentada, revisando unos papeles. —¿Irás a algún lado? —preguntó, mirando hacia arriba. —Sí, saldré con Lucky. Lucky Blue Smith era mi mejor amigo desde que teníamos 14 años. Nos conocimos trabajando juntos en una campaña de Calvin Klein y, a pesar de los rumores, siempre hemos sido solo amigos. Muchos pensaban que nuestra amistad era algo más, pero Lucky era como mi hermano. -–¿A dónde irán? —preguntó mamá, sonriendo. —Iremos a cenar. Hace tiempo que no lo veo, así que aprovecho este fin de semana antes de que regrese a Nueva York. —Qué bien. Saluda a Lucky de mi parte. —Lo haré —respondí, ya con la mano en la manzana que había tomado de la frutera. Tomé mi bolso y me dirigí hacia la puerta. En pocos minutos, escuché el sonido del motor de su coche estacionándose frente a la casa. —Hola Kat—dijo cuando llegó. Abrí la puerta y subí al auto —Se acostumbra a que el hombre habrá la puerta—bromeé —Se llama ser caballeroso, Lucky —Oh a eso se referían en la escuela– siguió mi juego— creí que era un club o algo así. Empezaré a tomar nota. Nos reímos juntos, como siempre. Las bromas sencillas entre nosotros nunca faltaban. —Te extrañé mucho— dije, abrazando a mi amigo con cariño. —Lo sé, Kat. Yo también te extrañé– respondió, dándome un pequeño codazo mientras arrancaba el coche. El trayecto hasta el restaurante fue divertido, con risas y conversaciones sobre todo lo que había sucedido en nuestras vidas desde la última vez que nos vimos. Cuando llegamos, el lugar era elegante, lleno de luces suaves y con un aire moderno. Al bajarnos del coche, los flashes de las cámaras comenzaron a dispararse. —Vamos— dijo Lucky, dándole las llaves al valet. —Por aquí Kate— gritaba uno —Lucky —Chicos, ¿cómo están? —gritó un paparazzi mientras nos acercábamos a la entrada. Caminamos rápido hacia el restaurante, sin responder a ninguna de las preguntas. Sabíamos que las cámaras nos seguirían hasta que estuviéramos dentro. —Mesa para dos, por favor— dijo Lucky, con tono amable, mientras la recepcionista nos sonreía. —Claro, por aquí— respondió ella, guiándonos hacia una mesa en un rincón tranquilo. El lugar era sofisticado, con mesas de madera oscura y decoración minimalista. —En un momento vendrá un mesero— nos dijo la recepcionista mientras nos mostraba el camino. —Gracias—respondimos, ambos tomando asiento. —¿Cómo va todo en Nueva York? —me preguntó Lucky, mientras hojeaba el menú sin mucho interés. —Van bien—respondí—Elle ha logrado organizar mis horarios para que pueda hacer todo sin problema. —No ha cambiado nada, ¿eh? —rió, recordando las épocas en las que pasábamos tiempo juntos en campañas de moda o eventos. —Sigue siendo igual de intensa, por supuesto– sonreí. Lucky río , entendiendo perfectamente a lo que me refería. —¿Y Stormi? ¿Cómo va todo entre ustedes? —Estamos bien, aunque últimamente no nos hemos visto mucho. Creo que está algo molesta por eso— dijo, rascándose la cabeza. —Pero es tu trabajo, Lucky—le recordé. —Lo sé, lo sé... Pero, con suerte, la situación mejorará cuando le diga que me voy a París por un par de semanas. ¿Tú también vas? —Sí, acepté trabajar un día entero con Vogue— le respondí, pensando en todo lo que tendría que hacer en la ciudad del amor. —¡Vaya! Pues parece que pasaremos tiempo allí juntos— dijo con una sonrisa divertida. —Creo que será divertido tenerte de compañero— dije, haciéndole un guiño. —Me tendré que llevar mis pastillas para el dolor de cabeza, entonces— bromeó, causando que ambos nos soltaramos en carcajadas. De repente, le lancé una servilleta a la cara, y él, entre risas, trató de esquivarla. —¡Te voy a hacer pagar por eso!—exclamó, pero ambos sabíamos que era solo una broma. El mesero llegó en ese momento, y por un rato nos centramos en el menú, disfrutando de la compañía mutua.