Domando al semental

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Hola a todos,

No sé cuanto tiempo haya pasado, pero por fin, aquí está la segunda parte de "Solo Pervertidos en el Edificio", presentamos más personajes y más situaciones de carácter sexual para el deguste de todos ustedes. Agradezco a Wolfry Kan por la paciencia y su apoyo a esta obra.


"A muchos les agobia la vida en la ciudad; tantos estímulos desagradables, exceso de fursonas en las calles, estrés y un sinfín de oportunidades para arruinarte la vida en tan pocos segundos. Pero yo encuentro la vida en la ciudad extrañamente reconfortante e ideal por una simple e incómoda verdad que la mayoría no se atreve a entender; en la ciudad te conviertes en nadie, en la ciudad casi todos se vuelven invisibles. Sí, podrían grabarte y funarte, pero ese infortunio es pasajero y el odio de la gente hacia ti se esfumará más rápido de lo que crees, siempre habrá nueva carne fresca para atacar y despotricar su odio. Por eso decidí mudarme a la ciudad más alejada que encontré, para desaparecer entre la multitud. Por fuera, sé el ciudadano modelo que todos esperan que seas, en la oscuridad puedes darte la oportunidad de ser vil y perverso mientras nadie te atrape, todo es posible. Realmente no me mudé a consecuencia de mis problemáticos impulsos, yo lo hice por el resentimiento... pero cuando llega un lobo con ciertos gustos y perversidades similares a los tuyos a tu vida, te abre por completo la perspectiva y te da esperanza para cometer los actos que siempre deseaste". – Purplethink.

Un día entre semana en El Gran Roble, como es habitual las fursonas salen de sus hogares para ganarse el pan (o la chuleta o la alcachofa, depende de la especie la frase) y no vuelven hasta cuando el sol ya se ha ocultado. Por eso es común el desconocimiento de los inquilinos hacia sus propios vecinos a pesar de vivir ahí por años. Por ejemplo, cuando llegó la policía y la ambulancia para entrar al departamento del tigre, recoger su cuerpo y determinar la causa de la muerte, fue ahí cuando muchos lo conocieron y como nadie sabía mucho de él, no hubo mucho por descubrir e investigar.

Una camioneta de mudanza llegó a El Gran Roble durante el horario laboral, y como era habitual casi nadie se percató del nuevo inquilino. Tan rápido como llegó y se estacionó, hizo su trabajo y se fue.

Purplethink, después de mucho peregrinar por fin llegó a su nuevo hogar y hasta el momento no ha encontrado quejas. Si, el edificio era algo anticuado y aburrido, como un gigante e inoportuno monolito incrustado como un feo lunar en la ciudad, pero lo interesante estaba atravesando sus paredes, ahí la tranquilidad y un aire frío incitaba al silencio absoluto, los grandes pasillos estaban limpios y cada departamento era realmente acogedor.

No había tiempo para relajarse, después de la mudanza llega el ordenamiento total.

Dentro de las cajas había objetos enlazados a memorias, tal vez demasiadas para su propio bien. Si Purplethink quería terminar a tiempo y al mismo tiempo no tirarse por la ventana debía enfocarse y empezar a ordenar sin pensar en el pasado.

El departamento no era perfecto, había ciertos detallitos que Purplethink arreglaría con el tiempo; manchas en una alfombra deteriorada, restos de un horrendo papel tapiz en la sala y en la cocina, acerca del candelabro lo consideró simplemente curioso y decidió no tocarlo.

No llevaba ni un minuto ordenando sus pertenencias cuando alguien ya le había tocado la puerta. Purplethink, extrañado, decidió abrir.

—¡Hola! ¡Bienvenido al edificio! —Una leona de buen cuerpo, con un pelaje amarillo oscuro y demasiado terso, tal vez por el exceso de acondicionador. Estaba vestida como una adolescente, con una blusa corta color rosa para mostrar su bonito abdomen con un arete incluido en el ombligo, pantalones color arena holgados y un paliacate rojo en su cabeza como un sello para diferenciarse del resto—. MI nombre es Arioca.

Solo Pervertidos en el EdificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora