Capítulo 7

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Enid Sinclair odiaba muchas cosas del instituto, acabarías antes haciendo una lista de las cosas que no odiaba que de las que sí (esa lista se reducía a una dulce omega llamada Wednesday Addams), pero, lo que menos soportaba, era la clase de educa...

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Enid Sinclair odiaba muchas cosas del instituto, acabarías antes haciendo una lista de las cosas que no odiaba que de las que sí (esa lista se reducía a una dulce omega llamada Wednesday Addams), pero, lo que menos soportaba, era la clase de educación física. No es que fuera mala en los deportes, el baloncesto era su pasión, el problema eran sus insufribles compañeros de clase.


Nunca se habría planteado asistir a una sola clase de gimnasia, si no fuera porque Jenna también estaba allí, y a la lista de numerosas cualidades que hacían a la omega un ser perfecto, había que sumarle que era todo un portento físico. Enid era más baja, aunque la mayoría de alfas del lugar le ganaba por más de una cabeza a ambas, pero a Wednesday su altura no impedía que tuviera el mejor cuerpo de todo el centro. Y posiblemente de toda la maldita California, joder. Enid pretendía ser sutil mientras devoraba con la mirada las trabajadas piernas de la omega, sus muslos gruesos hasta llegar finalmente al redondeado culo, el que, junto a su sonrisa, era posiblemente el protagonista más recurrente de todos sus sueños. Después de correr, el pelo de Wednesday siempre era un desastre, y pequeñas gotas de sudor se deslizaban cuello abajo hasta terminar en sus perfiladas clavículas. Aquello debía ser el paraíso para Enid, de no ser porque una docena más de alfas y algún que otro beta indiscreto contemplaban a la omega como si quisieran arrancarle la ropa en mitad del campo, a su omega. Enid gruñó, podría arrancarles la cabeza a todos esos estúpidos niños sobre hormonados. Sus puños se cerraron automáticamente y su mandíbula se apretó hasta el punto en el que sintió sus dientes rechinar. ¡Hasta el maldito profesor la estaba mirando! Wednesday pasó una mano por su pelo arreglandolo hacía atrás y le sonrió ampliamente a Xavier, que correteaba a su alrededor como de costumbre. Un jadeo colectivo partió el silencio entre el público de aquel celestial espectáculo. Enid no aguantó más.

Con paso decidido atravesó el gimnasio hasta llegar a la chica que estaba despertando de manera inconsciente el deseo de toda la clase, aunque pronto se arrepintió. Solo había avanzado un par de pasos cuando un potente olor a caramelo le arrolló haciéndole tambalear. El aroma de Wednesday se había intensificado a niveles inimaginables después de una hora de extenuante ejercicio, y aquella dulce oleada penetró en su organismo mandando todo su poder de raciocinio a un oscuro lugar de su mente. Aceleró el paso hasta llegar junto a los dos amigos, Xavier le observaba con el ceño fruncido y Wednesday le recibió con una amplia sonrisa de ojos desvanecidos.

—Tenemos que hablar, sobre el trabajo.

Señoras y señores, la peor excusa de la historia. Su cara de infinita ira reprimida no ayudaba a hacerla más creíble.

—Claro, ¿está bien? —preguntó Wednesday dudosa.

—Sí, ven conmigo.

intocable ⋆ wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora