Capítulo I

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Salió del hospital cuando cayó la primera nevada.

La nieve fría lo cubrió, el viento frío pegó en la cara de Han Jisung... Sin embargo, se demoró en darse cuenta de que nuevamente era invierno.

El invierno en Seúl era realmente frío. Jisung ordenó con cuidado su bufanda, y antes de que lo notara, sus manos fueron sacudidas por fuertes temblores como si fueran hojas secas y arrugadas. Heladas.

Su corazón estaba más helado todavía.

Se paró debajo de la señal de «alto» y esperó el autobús que no sabía cuándo podría llegar a pasar. Sus dedos estaban congelados y blancos para cuando sacó del bolsillo derecho de su pantalón el teléfono móvil y marcó inmediatamente después de que escuchó el timbrecito de llamada automática. Esperó y lo intentó una y otra y otra vez.

Finalmente, nadie respondió.

Jisung miró los papeles que llevaba consigo una última vez y los dejó en el cubo de basura más cercano. Después de más de media hora, finalmente llegó el autobús y con ello, la escapatoria que estaba esperando con tanta desesperación. Subió, apoyó la frente en la ventana de cristal y marcó aquel número nuevamente.

Alguien le contestó ahora.

"Está nevando hoy, es invierno." A lo largo de catorce años, la voz de Han Jisung había demostrado no dejar de ser suave y gentil incluso en las peores circunstancias... Pero las lágrimas no podían parar de brotar en ese momento.

Seungmin hizo un sonido de disgusto ante la oración que acababa de escuchar. Sentía que era realmente molesto hablar con él todo el día.

"¿Hay algo que necesites? Estoy trabajando horas extras, ya sabes."

"¿Volverás por la noche? No has regresado a casa por mucho tiempo."

Jisung, frotó incansablemente el anillo plateado que se encontraba descansando en su dedo anular de la mano derecha. Las lágrimas le empaparon el dorso y la muñeca. Seungmin sintió que él Han Jisung de ese momento estaba actuando muy extraño. Eso, claro, era gracias a una enorme intuición que había logrado desarrollar y perfeccionar. Después de todo, habían logrado estar juntos durante catorce años ininterrumpidos.

"¿Qué te pasó?"

Jisung no respondió, en su lugar volvió a preguntar pacientemente:

"¿Volverás por la noche? Me gustaría que comiéramos mandus juntos, podría conseguir una bolsa.

"Realmente no puedo volver ahora." Seungmin comenzó a enojarse nuevamente. Tal vez era gracias a esa actitud tan dulce o a que siempre parecía tener tanto apetito. "No vayas a comprarlos, le diré a Yang Jeongin que te lleve unos cuantos después."

Jisung escuchó la voz ocupada del teléfono, su corazón comenzó a dolerle demasiado en el instante mismo en que su marido colgó. Presionó también el botón de apagado y, de la misma forma lenta, llevó el celular dentro de su bolsillo.

¿Cómo puede no tener tiempo para mí, pero si para ir cada noche a cenar con su jefe?

Hace cuatro años que el corazón de Seungmin dejó de ser confiable, amable y sensible.

Jisung no podía notarlo. Sus ojos siempre han estado cerrados. Actúa como si no le importara, no se atreve a decirlo, pero teme que una vez que se aclare no haya vuelta atrás y todo se derrumbe. No es amor ahora, sino un impulso hormonal excesivo que creció desde la infancia gracias a diez años de dedicación y malos hábitos. ¿Cómo pudo armarse de tanta tolerancia? Sabe que se engaña a sí mismo. Es tan necio. No puede oler el perfume que pertenece a una mujer en el cuerpo de Seungmin. No puede ver el lápiz labial impreso en las solapas de la camisa de su esposo. Entiende las excusas de su hombre favorito cuando no está en casa. Solían amarse tanto, ¿Por qué ahora es así? Ellos saben claramente que incluso el momento difícil después de esos maravillosos primeros años ha llegado.

Cuando llega a la estación, él está consciente de que quien se bajó del autobús no es aquel hombre con una cara amable y actitud confiada del inicio... Solo es una persona más, con unos ojos rojos y una cara demasiado blanca. Han no compró comida, y ahora siente como si jamás pudiera volver a tener hambre de nuevo.

Hoy ha sido muy difícil suplicarle a Seungmin que regrese a casa...

Puedo hacerte feliz en este mundo, pero si tu no estas dispuesto a dar ni una limosna, incluso si solo es regresar a casa por un momento, realmente no sé si el próximo año en la primera noche de invierno, ¿todavía podré comer mandus contigo?

Puedo hacerte feliz en este mundo, pero si tu no estas dispuesto a dar ni una limosna, incluso si solo es regresar a casa por un momento, realmente no sé si el próximo año en la primera noche de invierno, ¿todavía podré comer mandus contigo?

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El asistente Yang llega muy rápido. El hombre enfundado en un traje negro parece acabar de salir de la compañía. Le entrega la caja de comida con una marcada reverencia y después de un momento, finalmente se atreve a tomarle de la mano. Jisung sabe que le da vergüenza agitarla así que empieza haciéndolo él.

"Me encargaré de las compras en el futuro. Seungmin no tiene que explotar todos los días y obligarte a hacer estas cosas."

El señor Yang sonrió.

"Es lo que un asistente tiene que hacer, trabajo duro. Algunos asistentes no pueden soportar ni la más mínima parte de esto, aunque tengan un salario más alto que el mío." él y Jisung conversan un poco más y, como todos, se va y lo deja solo de nuevo.

Después de que el asistente Yang se fue, Jisung se sentó en la mesa redonda y mantuvo inmóvil la pequeña caja de mandus, pegada en todo momento a su pecho.

"Oye, Seungmin, ¿por qué estás poniendo tantos dulces en los mandus?"

"Casi siempre te tocan los mandus de la suerte, si los relleno muy poco no me tocará ninguno."

Jisung se limitó a mirarlo con una sonrisa, mientras su esposo seguía rellenando la comida con el ceño levemente fruncido al estar tan concentrado en su tarea.

"¡Los mandus están listos! Este plato es para mí, no lo toques." dijo sonrientemente cuando Seungmin se acercó a él.

"No planeaba hacerlo, además, ¿por qué de repente hiciste eso...?"

Seungmin se había llevado un mandu a la boca de los que su esposo le había servido y con una expresión sorpresiva dijo:

"¡Me tocó uno de la suerte!"

Una sonrisa se había pintado en su rostro y Jisung siempre fue débil ante ese gesto, así que inevitablemente sonrió también, contagiado de la felicidad del otro.

Jisung solía tomar un par de toallas de papel para limpiar las frecuentes hemorragias nasales que experimentaba últimamente. Entendió a larga que estaba de verdad muy enfermo.

No es de extrañar que me diera esta enfermedad, ¿no te ofrecí toda mi suerte desde un principio?

Solo comió dos de los mandus, y los cuatro restantes fueron despiadadamente desechados después. Dos fueron suficientes para su estómago, sin embargo. Él sabe lo que pasa, tiene un poco de fiebre alta, la baja presión arterial lo pone muy cansado, solo duerme y duerme y duerme...

La angustia va a aplastarle por mucho tiempo más todavía.

Los 10 años en que más te amé [seungsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora