Capítulo 4: Veredicto (Parte 1)

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Capítulo 4: Veredicto (Parte 1)

Como no compraron una silla para carros, Bill viajó en el asiento trasero, cargando a la pequeña Aline en sus brazos, sonriendo bobamente cada vez que la niña hacía burbujas o arrugaba su pequeña frentecita.

Tom miraba de vez en cuando por el espejo retrovisor y sonreía ante la imagen. Pero no podía evitar preguntarse,  si de verdad había sido una buena idea entregarle la niña a Bill. El chico era una buena persona, de las pocas que quedaban en este mundo convulsionado, pero por lo mismo, no quería verlo con el corazón roto cuando el juez dictara la orden de entregarla a un hogar adoptivo.

Al llegar, Tom bajó rápidamente del coche, para ayudar a Bill con la bebita y luego, comenzó a llevar las compras dentro de la casa.

Los minutos pasaron y el celular del abogado sonó. Tom cogió la llamada—. ¿Sí, Hellen?

Bill observó con disimulo, como las bellas facciones del abogado cambiaban a preocupación y luego volvían a relajarse. Cuando cortó la llamada se acercó a él con una sonrisa y dijo—. Te agradezco mucho todo lo que haces por mí y la niña, Tom, pero si debes retomar tu trabajo, yo me haré cargo del resto.

—Tener una compañía privada tiene sus beneficios, Bill —respondió el otro con una sonrisa—. Debo ayudarte a instalar la cunita antes de irme, ¿okey?

Los ojos del pelinegro brillaron de lágrimas y asintió. Tom no pudo reprimir el abrazo espontaneo. Lamentablemente, la puerta se abrió y la voz de Gustav los pilló de sorpresa.

—Bill, no puedes dejar la puerta abier... Oh.

El pelinegro se separó del abrazo de Tom y se limpió una pequeña lágrima—. Gustav.

—¿Quién es él? —Preguntó entrando del todo en la casa—. Oh, no me digas. Debe ser el abogado del que Georg no ha parado de hablar.

Tom se acercó hasta él y extendió la mano, para saludarlo, presentándose en el proceso.

—Mi nombre es Tom Trumper y represento al señor Kaulitz, en el caso de la pequeña Aline.

El rubio lo miró con enojo a través de sus lentes y no tomó su mano, sino que le envió una mirada cargada de molestia al pelinegro—. No creí que fueras esa clase de persona, Bill.

—¿Eh, de qué hablas, Gustav? —Preguntó confundido el chico.

—¿Cómo le pagas a este hombre por sus servicios? ¿Mamadas o sexo?

Tom no lo pensó dos veces, dio un paso al frente y le propinó un puñetazo al rubio. Bill jadeó, pero no dijo nada.

—Puedes demandarme si quieres, pero no voy a permitir que le hables de esa forma a mi cliente.

—Tu cliente, sí claro —dijo con ironía el rubio, ajustándose los lentes.

—Cada día de mi vida lidio con gente marginal —dijo con frialdad—, y es en momentos como este que me pregunto ¿cómo personas buenas como Bill se relacionan con tipos como tú?

—¿Vas a negar que Bill paga por tus servicios de forma sexual?

Tom lo cogió del cuello de la chaqueta y lo estrelló contra la pared—. Yo tomé este caso por mi cuenta, Bill ni siquiera me conocía antes de relacionarnos por el caso. No tienes ninguna razón para venir a ofenderlo en su propia casa, así que sugiero que salgas de aquí por tu propio pie, antes que me ponga violento y te haga salir a rastras.

El rubio salió y cerró de un portazo. Bill se puso a llorar y nuevamente, los brazos de Tom lo rodearon para confortarlo. Cuando los sollozos del pelinegro cedieron, Tom dio palmaditas en su hombro y se separó de él—. ¿Te sientes mejor?

Real Heroes (Tokio Hotel, Twc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora