Capitulo cuatro: La maldición de los filósofos.

60 24 112
                                    

Abro los ojos. No veo nada, absolutamente nada. Todo está desenfocado y una mancha negra me nubla la vista. Giro la cabeza varias veces, intentando encontrar algo familiar. El movimiento es en cámara lenta y me marea. Nada. No distingo nada. No sé qué está pasando.

Escucho en mi oído derecho un sonido agudo, como si tuviera un insecto metido dentro. Una sensación extraña se apodera de mí. Es un dolor desconocido, como si mi cuerpo no me pesara absolutamente nada. Siento el estómago vacío. Mi nuca está sudada y arde.

La imagen frente a mí comienza a aclararse poco a poco. Es un espacio enorme, completamente gris. Miro hacia el suelo, que está mojado con un líquido similar al agua. En el techo hay varios focos de luz verde que iluminan el lugar. Atrás hay una pared con un cuadro en el centro. Es el paisaje de un océano. El cielo está completamente celeste y tiene algunas nubes.

Giro nuevamente y me encuentro con un hueco en la pared, una especie de puerta que conduce a un pasillo oscuro.

Intento moverme, pero mis piernas tardan en reaccionar. Quizás me dormí en algún momento y esto es una clase de sueño. Aunque mi último recuerdo es en la calle, ¿Será que estoy recordando mal?

Comienzo a caminar y el sonido de mis pies contra los charcos retumba en el espacio. Llego hasta la puerta y estiro mi brazo, con cuidado, desaparece en la oscuridad del otro lado y tomo aire, juntando valentía suficiente para pasar.

Un paso y otro paso. Estoy adentro del pasillo. No veo nada, simplemente camino confiando en que la salida esté en alguna parte. Estiro los brazos para que vayan primero e intento respirar, pero el aire se estanca antes de poder llegar a mis pulmones.

Es estresante.

Una luz me encandila de golpe y cierro los ojos. Me detengo y poco a poco los abro para acostumbrarme a esta nueva iluminación. Es una estación de tren. Bajo tierra. Completamente vacía, abandonada. Mucho más cuidada que la de mi ciudad, que está llena de basura y grafitis. Un espacio oscuro y peligroso donde una serie de personas extrañas se juntan a viajar en los vagones. Esta, en cambio, parece nunca haber sido tocada por una persona.

Sin pensarlo dos veces comienzo a explorar el lugar. El piso es de azulejos azules y celestes qué juntos crean un patrón similar al de un baño. Las dos vías están divididas por un espacio al que no se puede acceder, y los carteles están completamente en blanco. En el fondo hay una escalera y al lado un pequeño cartel oscuro.

Estación A.
Destino: S.M
Los horarios varían según la fecha.
En caso de cualquier inconveniente contactar a...

El texto es de en un color amarillo. La última palabra está tachada, parece que pasaron algo para gastar la chapa del cartel, despintando lo que tenía escrito. Paso mí dedo sobre la superficie áspera, cortándome la punta con un pedazo que sobresale. No me duele, es más, no siento nada. Mi dedo tiene un pequeño tajo, pero no sale sangre. Solo está la piel algo abierta, similar a una cortadura de papel.

Tras distraerme con la herida, observo la escalera, que tiene una línea en el medio con el diseño de las cintas de seguridad. Amarillo y negro. No llego a ver qué hay en el final. Levanto un pie, dispuesto a subirla cuando un sonido llama mí atención.

Una bocina, ruidosa y chillona. Miro la vía y ahora hay un vagón. Acaba de llegar un tren. Es algo viejo, pero está completamente limpio. Mis ojos no pueden apartarse de él.

"Ven. Ven. Ven. Ven."

El vidrio de la puerta tiene pequeñas gotas de agua, producidas por el vapor, pero en el centro comienzan a borrarse. Pareciera que alguien está escribiendo con su dedo. Me acerco con lentitud, mi cuerpo se mueve de forma automática, sin pensar.

No hablamos sobre cosas muertas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora