Jesús está mirando

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«JESÚS TE ESTÁ MIRANDO»

Desde pequeño, Sebastián solía escuchar a su madre decir esas palabras «JESÚS TE ESTÁ MIRANDO» y las repetía cada vez que él se portaba mal o hacía alguna travesura. Sin embargo, aunque en su niñez no comprendía el significado de la palabra "perturbador" llegó a entenderlo a sus 17 años. ¿Cómo puede ser posible que un ser misterioso y omnipresente esté todo el tiempo observando nuestras acciones? Eso se preguntaba.
Después de todo su vida no fue la gran cosa, no terminó la escuela primaria, y por asociarse con chicos de la calle sumado al consumo de drogas y alcohol, Sebastián llegó a ser un delincuente.

Aquella tarde lluviosa logró secuestrar a un niño, hijo de uno de los empresarios más adinerados de aquella ciudad. Sebastián lo llevó hasta una casa de campo que había estado analizando desde lejos con anterioridad, la cuál daba la impresión de estar deshabitada. Cuando llegó a dicha casa, estaba llena de escombros y de adentro se percibía un olor insoportable, pero lo más curioso era que en la pared frontal se podía visualizar una frase escrita con una caligrafía tan mala pero que se podía apenas leer "Jesús te está mirando".
— ¡ja! Esta casa debió pertenecer a alguna familia religiosa al igual que mi difunta madre— pensó.

luego, sentó al niño que permanecía adormilado, atado de manos y pies y con una franela cubriéndole la boca para evitar que grite. Tomó un viejo celular y marcó al número del empresario, padre de niño.
— ¿Aló?
— Sr. Burky. Es un placer hablar con usted— saludó en un tono burlón y continuó — voy a ser directo, tengo a su hijo conmigo y si quiere volver a verlo tendrá que darme 100 000 en efectivo. Debe seguir las indicaciones que le voy a dar y si se atreve a hablar con la policía, quizá vuelva a ver a su hijo pero muerto, ¿está claro?
— po-por-favor no le haga da-daño— tartamudeó desde el otro lado del teléfono— yo yo hago lo que u-usted diga.
Pe-pero no no tengo ese dinero a-ahora.
— Yo sé que lo tiene señor Burky— interrumpió el delincuente, y si no lo tiene lo conseguirá, así que va a hacer lo siguiente...

Sebastián le dió indicaciones claras y precisas de como se iba a llevar a cabo la negociación, de dónde sería el punto de encuentro y que solo tenía 24 horas para cumplir.
El empresario seguía tartamudeando y con su voz temblorosa, suplicando por la vida y el bienestar de su pequeño hijo.
Al caer la noche, mientras esperaba a que el plazo se cumpla, Sebastián cuidaba del niño que seguía dormido debido a la dosis de droga que le había aplicado; fue hasta el baño y se encontró nuevamente con la misma frase de la entrada, la misma letra, la única diferencia es que estaba escrita con caca, sí, en la pared del baño alguien había tomado caca entre sus manos y escribió, «Jesús te está mirando»
Al ver aquella escena tan asquerosa y perturbadora se llevó ambas manos a su boca como si estuviera a punto de vomitar. Hasta se olvidó a qué iba al baño. Regresó y notó que aquella casa no estaba tan abandonada como pensaba, porque la caca estaba fresca, había señales de que alguien había estado ahí al mismo tiempo que él y el niño.
Mientras curioseaba en la cocina noto una sombra detrás de la ventana, tomó su revolver 38 y empezó a buscar afuera de la casa. Sentía y podía percibir un ambiente tenso, con el rabillo del ojo notaba que alguien lo estaba observando desde todos los lados, y cuando apuntaba con su linterna y su revolver no encontraba nada. Sebastián estaba a nada de volverse loco ante aquella sensación tan extraña que apenas bajó la guardia, unas uñas afiladas rasgaron su camisa y gran parte de sus costillas.
El delincuente soltó un alarido, y dejó caer el revolver, para cuando quiso recogerlo aquel ser que lo golpeó se abalanzó encima de él y empezó a meter sus garras en su estómago dejando salpicar abundante sangre.
Con las fuerzas totalmente agotadas, Sebastián desistió de luchar y se dejó llevar por el dolor y la desesperación. Lo último que supo y entendió fue que aquel monstruo que se comía sus órganos mientras él agonizaba se llamaba Jesús...

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