En busca de ayuda...

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Mi hermano tiene parálisis cerebral y mi abuelo lo cargaba todos los días por las escaleras de Valparaíso. Un día llegué a mi casa y no estaba la Play Station, me dijeron que habían vendido porque faltaba plata para el tratamiento. En ese entonces quise que se muriera, cabro chico materialista y miserable, no soportaba un día más perdiendo mis cosas y mi viejito con dolores de espalda. Tuve una vez años y pasaba más en la calle que en la casa, las mamás de mis amigos me daban una vez porque la mía no me pescaba, podría estar dos semanas fuera y nunca llamaban para averiguar sobre mi paradero.Toda la atención estaba con mi hermano, y yo, el pendejo miserable considerado juntarse con malandras ... terminé detenido y mi abuelo me sacó de la comisaría a correazos, el dolor era tan intenso así como el alivio de sentirme al fin visto, aquí estoy viejo culiao. Me abrazó y me dijo que tenía que comportarme como un hombre, que podía llorar, pero tenía que saber cuando y no era el momento. Esa misma noche me bajó el remordimiento al entrar a la pieza, mi hermano mirando el techo con la boca seca y los ojos semiabiertos, le dije perdón con el pensamiento y yo inventé su voz diciendo no importa.

El tiempo pasó ya mis quince me puse a trabajar, la plata iba toda para él, pero la lección a esas alturas la tenía aprendida y no era un materialista. Cuando llegué a la casa entré a la pieza y mi hermano, solo, mientras escuchaba el agua del baño correr. Me quedé a su lado, esperando el viejo apareciera. Pero era mucho, llevaba como una hora encerrada así que decidí ir a golpearle la puerta. Comencé a llamar y sin respuesta logré abrir la fuerza y ​​entré, lo encontré tirado en la tina, inconsciente. La ambulancia y mi mamá que no llegaba.

El abuelo había sufrido un pre-infarto y casi se nos fue. Fueron varios días pensando en que el viejito ya no se podía y la enfermedad de mi hermano nos tenía quebrados económicamente, necesitábamos ayuda. Que los platos únicos, que las rifas, que los aportes de los vecinos ... pero eso duraba por un rato, necesitábamos otra mano.

- Mamá, a mi nunca me ha interesado el tema, pero no nos queda otra ... necesito que vayas a buscar a mi papá y se ponga con plata.

Pero puso el grito en el cielo, que él era un tráficante que no quería cerca de nosotros y punto.
No perdí el tiempo discutiendo y comencé a investigar su paradero escarbando en las cosas de mi mamá, así como encontré algunas fotos antiguas ... hasta que di con una pista. Un tipo junto a ella, abrazados, él nunca lo había visto en mi vida, y en la parte de atrás una nota:

- "Todos los días junto a ti son los mas felices de mi vida" - Cartagena, 1989.

Yo nací el 90 y mi hermano el 92 ... tenía que ser él.

Le dije a mis amigos de la calle que me ayudaran con información de aquel supuesto narco de Cartagena y así lo hicieron: Patricio Fonseca era su nombre, y tenía su dirección.
Sin decirle a nadie partí a visitarlo, me dolía la guata. Le vi una buena casa, y buenos autos, al ojo cálculo que tenía plata para ayudar. Toqué el timbre y las ganas de orinar se hizo presente junto a la falta de aire ... estaba más nervioso que la cresta. Al tercer llamado abrieron la puerta. Un gordo que no daba con el físico de aquel hombre de la foto se hizo presente.

- Hola.

Así, seco. No dijo nada más, entre los kilos, otros logré encontrar las facciones en su rostro ... las mismas ojeras, los mismos ojos ... era igual a mi.

- Hola ... este ... yo ... mira, vengo de Valparaíso ... Sé que no me conoces, de hecho yo a ti tampoco ... es una historia larga ...
- ¡¿Qué quieres ?!

Ya no daba más, me quedé callado y solo le pasé la foto. La recibí y comencé a observarla, moví su cabeza y luego me miró a mí.

- ¿Y tú por qué tienes esta foto?
- Porque ella es mi mamá.

Esa respuesta detuvo el tiempo y el espacio.

- Y parece que tú eres mi papá.

El silencio por infinitos segundos esperando que él la quebrace con su voz, pero sin decir nada. Me puse a llorar como un estúpido y largué todo.

- Mira, sé qué nos dejaste botados y en la casa aprendimos a vivir así, sin ti. Pero lo cierto ahora es que no vengo a cobrarte amor ni tiempo perdido ... Fonseca, te necesitamos porque mi hermano tiene una parálisis cerebral y no hay como cresta mantenerlo, sé que nos puedes ayudar con plata y no me importa de donde venga, si eres narco no es asunto mío, pero ayúdanos porque ...

De pronto su vozarrón monstruoso interrumpió todo.

- ¡No soy soy tu papá, loquito! Lo siento ... pero no tengo porqué ayudarte.

Tantos años dejándonos solos y vino a negar en ese momento.

- ¿Cómo que no puedes? Hazte cargo una vez en tu vida, si no estoy pidiendo para mi, es solo para el tratamiento ...

Me tiró la foto en la cara y me cerró la puerta. Comencé a caminar y bajé a la avenida principal, llegué hasta la playa y me envió en la arena. Tiré aquel retrato al mar, me puse una gritar. La rabia me consumió por tantos años de abandono y fui hasta su casa. Le rayé el auto y le quebré los vidrios de su hogar a piedrazos. Este salió con pistola y escapé hacia Valparaíso.

No importa, me iba a hacer cargo sin nadie más, lo juré.

Todos dormían esa noche, y yo me quedé despierto, pensando. De pronto se escuchó el teléfono de mi mamá, a eso de las tres de la madrugada. Ella despertó y dijo "aló". El murmullo de una conversación que apenas se entendía, fue un largo rato. Después de que sintieron sus pasos que se acercaban hacia mi pieza, me vi con los ojos abiertos y me enviaron a los pies de mi cama.

- ¿Fuiste a Cartagena?
- Sí ... lo fui a ver. Pero tranquila, no lo voy a molestar más.

Él la había llamado y al parecer habían discutido por mi culpa. Mi vieja miró el piso y el caminó de vuelta a su cama.

Cerré mis ojos y mi dormitorio, pero por todo el estrés que tuve desperté y yo levanté a las seis de la mañana, fui por un vaso de agua. En el camino me encontré con la habitación de mi madre, estaba con la luz encendida así que entré a apagarla.

El sonido de un pito en mi oído, y las ansias de vomitar. Una carta debajo de sus pies balanceados. Giraba en círculos con el eje de la cuerda en su cuello. Me arrodillé y yo tomé la cabeza. Se mató no más y me tiritaban las manos para tomar la carta. Traté de gritar pero la voz no me salía. Mamita, repetición, la saqué de ahí y la pausa encima de la cama. La respuesta en esas letras que apenas entendía.

Aún temblando logré leer aquella carta que me emborrachó para el resto de mis días.

- Hijo mío, perdona. Supe que fuiste a ver a ese tipo en Cartagena y me avisó que viene para acá para contarte todo. Es mejor que yo esté muerta, no puedo con esta verdad ... hijo ... él no es tu papá ...
- ¿Entonces quién? - Me pregunté a mi mismo.

Y la respuesta caminó hacia la habitación, un paso firme, abriendo la puerta y observándome con la carta en mi mano. La aberración a mi lado ... Mi abuelo.
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