𝟎𝟐

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MINE

MINE

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Otro impacto más a su cuerpo.

Ya comenzaba a sentirse cansada, cansada tanto físicamente, estaba molida, magullada, hecha pedazos y psicológicamente. Exactamente no había una parte del cuerpo que no le doliera, además de la constante punzada avisándole del siguiente golpe, pero ya no tenía la misma energía para esquivarlo, ni siquiera para resistirlo.

El costado izquierdo de sus costillas estaba dándole una agria señal, una demasiado dolorosa.

Algo estaba roto o estaba justo por romperse.

Vamos, ¿cuál era la diferencia?

Ya no se molestaría en pensar en cosas tan vagas, su capacidad mental estaba al límite, que incluso, ya no podía hacerle tanto caso a las alarmantes señales de dolor que cada centímetro de su cuerpo enviaba como señal de advertencia para un pronto colapso. Estaba jodida, en parte lo sabía y por otra, bueno, el realidad no sabía qué pensar. Precisamente no era nada agradable tener a uno de los "tuyos" casi matándote a puños limpio y cerrado, alguien con quien, no te llevaras tan bien, pero creías tener de tu lado.

Resopló, recargándose en la pared.

Miguel O'hara no tenía ningún lado, estabas con él o no, era simple.

— ¿Ya acabaste? — musitó, bastante adolorida, enderesándose— Creí que eras más civilizado, creo que tuve una percepción de la realidad bastante alterada al pensar esa locura, ¿No te parece?

El moreno gruñó.

— Lo único alterado aquí será el universo y todo por culpa tuya.

Esquivó rápidamente un sarpazo, pegándose al techo, quejándose de dolor.

— Ay, ya vas de nuevo, ¿Eso es justificación para casi matarme?

O'hara la miró en el techo, con ira. Con los dientes apretados, dejando a la vista sus colmillos que desde lejos se veían bastante letales.

— ¡Dejaste ir a Miles!

— Ya — se sentó en el techo, casi despreocupada — ¿Eso es mucho problema?

Arrojó su característica telaraña rojiza hacia ella, sujetándose a su brazo, obligandola a bajar de golpe, estrellándose en el piso fuertemente debido a la fuerza aplicada.

— ¿Estás seguro que el universo es el único alterado?

Miguel gruñó fuerte, completamente sacado de quicio.

— ¡Eres tan desesperante! — espetó, acercándose rápidamente de un salto, cayendo sobre ella, cortándole el aire con una de sus manos.

La pelinegra sonrió sin fuerza.

— Me lo dicen mucho. ¿No te han dicho que gritas demasiado?

Estaba harto complemente de sus comentarios sarcásticos, lo sacaba de sus casillas y más por esa estúpida sonrisa burlona que adornaba su rostro.

𝐌𝐈𝐍𝐄 | 𝐌𝐈𝐆𝐔𝐄𝐋 𝐎'𝐇𝐀𝐑𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora