𝐏𝐑Ó𝐋𝐎𝐆𝐎

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MINE

MINE

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¿Cómo era posible que todo hubiese acabado de manera tan desastroza?

Bueno, ciertamente tenía la respuesta, pero su cerebro seguía repitiendo aquella pregunta una y otra vez, tal vez los sucesos habían sido demasiado traumáticos para poderlos procesar con calma, y eso era justo lo que no tenía en ese momento, además de energía.

Resopló cansada, dejándose caer lentamente recargada en la pared rojiza que la envolvía, todo su cuerpo dolía, además de exigirle descanso por el sobre esfuerzo que había estado cometiendo desde unas cuantas horas antes. No sabía cuántas exactamente desde que la habían encerrado ahí, nadie había ido a verla, ni siquiera Peter B., se los habían prohibido y no los culpaba por no querer romper esa regla de oro, la situación no se prestaba para pasar por alto ciertos lineamientos.

Si unos cuantos meses atrás le hubiesen dicho que una araña radioactiva la mordería, le daría unos cuántos poderes y habilidades extra humanas, además de terminar en una sede con cientos de Spider's de cualquier tiempo y universo, se hubiera reído fuertemente en la cara de la persona.

Lastimosamente ese ya no era un chiste.

De pronto, su sentido arácnido acompañado de unos cuántos gritos le hicieron reaccionar, fijando su vista en la puerta, de la cuál entraba una tenue luz. Alguien había regresado y de muy ma humor. Podía sentir a su cuerpo gritándole de la potencial amenaza que se estaba acercando poco a poco, junto con un algoritmo que no paraba de decir que tenía que calmarse y escuchar.

Miguel no quería escuchar a nadie en ese momento.

De pronto, la jaula que la envolvía desapareció. Siento tomada bruscamente del cuello para ser estampada sin ningún cuidado en la pared blanca detrás de ella.

Jadeó de dolor.

— ¿Tienes idea de lo difícil que es mantener el orden por aquí? Espero que entiendas que acabas de arruinar todo ésto — espetó, molesto, muy cerca de su rostro, aquellos ojos carmesí la observaban detenidamente con un brillo de furia, incluso podía jurar que los colmillos que sobre salían de los labios contrarios se morían de ganas de arrancarle la garganta.

— El único que no entiende lo descabellado que suena dejar que un niño pase por algo tan doloroso eres tú— forcejeó, el otro apretó el agarre.

Gruñó mirándola más amenazante.

— Lo arruinaste todo— volvió a decir— Ese niño alterará todo el Canon y todo porque lo ayudaste a escapar.

𝐌𝐈𝐍𝐄 | 𝐌𝐈𝐆𝐔𝐄𝐋 𝐎'𝐇𝐀𝐑𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora