Pátzcuaro Michoacán, México. 1844
Narra Virginia
Prieta. La palabra prieta es un apodo, se destina a las personas muy morenas, mayormente quemadas por el sol, pero muchas veces es utilizada como un insulto, algo que jamás he entendido ¿Por qué un color de piel le da más valor a una persona que ha otra? Tal vez por qué demuestra que no están quemados por el sol del campo, que tienen casas grandes y bonitas, con tanto dinero que no les hace falta salir al sol.
En mi casa no tiene ese significado, la palabra prieta me gusta, es la forma en la que mi papá me ha llamado siempre y en lugar de sentirlo como un insulto me recuerda a papá. Cada día llegando del campo, gritándome desde la entrada de los corrales “prieta” para mí era un “hija, ya estoy en casa” una muestra de cariño, la manera decir te quiero y que era su niña pequeña. Por eso no es un insulto para mí, siempre que escucho la palabra viene a mí mi padre, ese padre de ropa de manta, con las camisas desgastadas y su morral de guayabas para mí.
Ahora usa trajes finos, siempre está fuera y su manera de hablar es distinta, ya no habla como las personas de rancho, sino como la gente del centro, pero sigue siendo mi papá, porque cuando estamos los tres me sigue diciendo su prieta y llevándome guayabas para comer.
Por eso amo ser prieta, es parte de mi identidad y el recuerdo del amor de mi padre.
—Deben tomar baños de leche y no salir al sol, haremos su piel un poco más blanca. —La mujer habló, una mujer de edad avanzada con vestidos largos, la señora Bertha, viene tres veces a la semana a enseñarnos modales a mamá y a mí, cómo caminar con esos vestidos enormes, comer con tenedores, no hablar como siempre lo hacíamos y los bailes de salón.
—A mi me gusta ser prieta.— la interrumpí— me gusta mi color.
—No debes interrumpir a los adultos.— su seño fruncido permanentemente ya me eran indiferentes, se que ya le colmé la paciencia, ya que las cosas que no me gustan simplemente no las hago, al contrario que mi madre, ella hace todo lo que está mujer le dice, incluso dejar su cocina. —¿Cómo te va a gustar ser así? Eso te hace más feita, las jovencitas de piel blanca son las más lindas.
—Mi amor— mamá tomó mi mano y la apretó ligeramente, guardé silencio. Si seguía hablando y volviendola más loca no me enseñaría a bailar, solo por eso la soporto, los modales y el baile.
—Muy pronto entraras en edad casadera, eres un buen prospecto por tu casa, debes tener un buen dote, pero si quieres un buen marido debes ser presentable.
—¿Un buen dote? ¿Es un talento o algo así?
— Un dote, hija mía, es cuando un muchacho pretende a una joven, va con sus padres a pedir la mano de su hija y establecen un día para la boda. Mientras ese tiempo pasa la mujer se queda en casa a bordar servilletas que dará en la fiesta y el joven saldrá a trabajar. Al terminar la semana traerá todo lo que ganó en esos días y se lo dejará a su futura esposa para guardarlo, así durante meses hasta la boda y con todo ese dinero que juntaron hacen la fiesta. —Mi madre tomaba mis manos mientras hablaba, se le veía feliz recordando esos momentos, estoy segura que papá trabajo muy duro para su boda.
—No, no mujer — interrumpió Bertha a mi madre, ambas la miramos con extrañeza mientras se aclaraba la garganta.
—El dote es un dinero que da tu padre a tu esposo para que vivas bien durante tu matrimonio. En el baile de presentación se difunde el valor de ese dote y mientras mayor sea más prestigio le da a la familia y pretendientes de mejores familias se acercan. Así son las familias de alto prestigio.
Mi madre se encogió de hombros, tomó la biblia que tenía a un lado de ella y la abrió para repasar la misma lectura una y otra vez, hasta que lograra entender todo lo que decía. Mamá cuando se siente ofendida simplemente guarda silencio y distrae su mente con otra cosa.
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Cartas de Amor a mi Pueblo
RomanceVirginia es una joven de origen humilde en 1845, su padre al volverse precipitadamente rico se muda a un pueblo a las orillas de un lago en Michoacán, siendo una de las jóvenes más cotizadas de la región. Pero no sé imaginó que pondría su mirada en...