Agarraba el mango de mi cuchillo con mis dedos índice y pulgar mientras le daba vueltas, salpicando alguna que otra gota de sangre por el suelo. Mi corazón latía a mil y mi sonrisa se ensanchaba cada vez más al recordar los gritos de la mujer que hace unas calles atrás había asesinado.
Giré a la derecha y vi a una persona tendida en el suelo, era un vagabundo. Al escucharme, se sentó y me vio con horror en cuanto me coloqué bajo la luz del foco.
—¡POR FAVOR! ¡POR FA…!
Me abalancé hacia él tapándole la boca, pasé el filo de mi cuchillo por su rostro y comenzó a sollozar y negar varias veces con la cabeza.
—Ve a dormir —enterré mi arma en su estómago con toda la fuerza que pude mientras soltaba inevitables risitas al ver cómo sus pupilas se contraían y agitaba sus manos como loco.
Aparté mi mano de su boca y finalmente le clavé mi cuchillo en su mejilla derecha, rajando hasta su boca y lo mismo con la izquierda. No tardó mucho en formarse el charco de sangre. Cuidadosamente, mojé la punta de mi arma en la herida que le había provocado y escribí mi famosa frase en la pared. “Ve a dormir”.
Un subidón de energía me recorrió toda la columna y provocó una sonrisa involuntaria que no era capaz de esconder.
—Bien, vamos a casa.
Me levanté sin esfuerzo y seguí mi camino hasta entrar al bosque donde vivimos. Hacía ya algo más de una década que la mayoría de nosotros acordamos respetarnos y protegernos entre los nuestros, siempre vagando de bosque en bosque con ayuda de Slenderman y sus proxys, bajo la protección de las criaturas y sirvientes de Zalgo. Quien no lo cumpla, será asesinado. «Paz entre nosotros, guerra con el resto», así resumimos nuestras reglas.
El bosque se estaba espesando, estaba entrando en nuestro territorio. Hice un ademán con la cabeza al ver a Hoodie subido a un árbol, él imitó mi acción y seguí caminando recto.
Tras unos minutos, finalmente llegué a la zona de las cabañas. Me dirigí a la de Ben.
Gracias a la ingente cantidad de proxys que tiene Slenderman podemos vivir en el bosque sin ser descubiertos o molestados. Llevan haciendo casi el mismo ritual para instalarnos desde que estoy con ellos: Primero, buscan un buen lugar forestal, lo más despoblado y abandonado posible. Ahí envían a las criaturas como The Rake, B.O.B, Seed Eater, entre otros. Luego, cuando lo limpian de animales y otros seres como wendigos, skinwalkers y otras entidades, los proxys con la mejor destreza manual arman las cabañas, traen los generadores y hacen los sistemas de pozos privados. No sé cómo lo hacen, tampoco soy ingeniero.
—¡BUEEENAS NOCHES, ZELDA! —alcé la voz entrando en la cabaña.
—Que Zelda es la princesa, imbécil —me contestó Ben sentado en su silla delante del ordenador.
La cabaña de Ben era la más pequeña de todas, no contaba ni con cocina, ni dormitorio ni baño; solo la sala de estar, un sillón, dos sofás y el ordenador al que está conectado su nintendo y el cartucho maldito original. Normal viniendo de la casa de un fantasma. Las paredes estaban empapeladas con platina. Según Ben así no lo rastrearían cuando hiciera… ciertas cosas.
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El otro lado (Novela Creepypasta)
Mystery / Thriller«Paz entre nosotros, guerra con el resto». Las reglas son sencillas: si te refugias con el grupo, proteges al grupo; nada de asesinarse entre los nuestros; jamás serás juzgado si dañas a alguien ajeno. Asesinos. Entidades. LEYENDAS. Todas estas cel...