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JISUNG

Jisung hundió la cabeza más profundamente dentro de la capucha de su sudadera roja, su mano estaba enroscada alrededor de la empuñadura del cuchillo enterrado en su bolsillo. Era mucho más sencillo mezclarse a mitad de la noche, dando vueltas entre sombra y sombra y evitando las luces de un anémico color amarillo en las calles oscuras y lúgubres. Pero no por eso, significaba que este vecindario fuera seguro. De ninguna forma.

Esta era la parte olvidada de la ciudad. Cada edificio tenía las ventanas con rejas, las vías estaban llenas de baches que se convertían en pozos rellenos de aceite cada vez que llovía. La presencia de tiendas de armas, prestamistas y abogados contrastaba con el rico vecindario de Jisung que quedaba al otro lado de la ciudad.

No es como si estuviera intentando burlarse de los pobres. Ésta era la gente de Jisung. Él había pasado los primeros seis años de su vida en un tráiler arruinado detrás de un mercado pequeño.

Los autos de policía merodeaban las calles, y en algunas oportunidades encendían las linternas detrás de las ventanas para ahuyentar y diluir a los grupos de personas. Pero ellos nunca notaban a Jisung. Para ser sinceros, nadie se fijaba en él.

Por eso es que era libre para vagar, cazar y matar. Sin embargo, esta noche en particular su única tarea pendiente era acostarse temprano.

Era una cosa extraña lo fácil que alguien podía mezclarse entre los grupos de personas solo con fingir que pertenecía entre ellos. Incluso siendo el caso de alguien que había pasado mucho tiempo bajo el ojo público. Alguien que era famoso en determinados círculos sociales. Supuso que era más fácil pasar desapercibido cuando la otra opción era un poco absurda. Y que el hijo menor del multimillonario Jaehyun Park estuviera caminando a solas en la peor parte de la ciudad, a altas horas de la madrugada, parecía un hecho bastante absurdo.

Pero ese tampoco era Jisung. La verdad es que Jisung no era nadie. Solo una mentira cuidadosamente elaborada y planteada con la misión en específico de corregir los errores de los demás. Una mentira a la que había ejecutado tan bien que algunas veces incluso él mismo se la creía. Pero no era algo real. Nada de eso. Y era eso mismo, quizás, lo que hacía que sus paseos fueran la mejor parte de la noche. A nadie le importaba una mierda en este lado de la ciudad. No reconocían el nombre de Park o quién imaginaban que era. No les importaba.

Giró por un callejón oscuro hasta la entrada de la cubierta exterior hundida del edificio en donde guardaba sus… suministros. No necesitaba luz para orientarse.

Había estado usando este mismo refugio en particular desde que tenía quince años.
Solo necesitaba dejar el cuchillo con el resto de su equipo y después se iría. Incluso, puede que llegara a casa para la medianoche.

Jisung no escuchó el ruido de las zapatillas de deporte pisando el concreto hasta que fue demasiado tarde. El sonido del gatillo de un arma de fuego lo siguió rápidamente, haciendo eco en el lugar vacío. A pesar de todo, él no aminoró el paso hasta que una voz temblorosa gritó: ─Detente.

Jisung se sintió tentado a ignorar dicha solicitud. El dueño de la voz sonaba joven, inseguro… aterrorizado, si era sincero. No era algo extraño que los chicos sin hogar intentaran encontrar refugio cuando hacía frío afuera. Quizás se trataba de un drogadicto. Un adicto en busca de dinero en efectivo fácil o drogas. Pero la posibilidad de recibir un disparo no era de 0, e incluso, los adictos nerviosos a veces tiraban a la suerte y le atinaban a una arteria. De ser así, su padre lo resucitaría solo para matarlo de nuevo por haberse dejado atrapar en esta parte de la ciudad.

Jisung redujo lentamente la velocidad hasta detenerse con un suspiro, y finalmente se giró hacia su agresor. Definitivamente se trataba de un aficionado. Él se había detenido en el único halo de luz del espacio oscurecido, iluminando así sus rasgos con suficiente detalle como para que Jisung fuera capaz de dibujarlo a raíz de su memoria.

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