Las nubes oscuras se congregaban sobre el pequeño pueblo donde Draven vivía, situado cerca de las imponentes montañas. Decidido a disfrutar de un campamento en los prados cercanos, se adentró en la naturaleza con ilusión. Sin embargo, el destino tenía otros planes para él.
En medio de su aventura, una repentina tormenta azotó la región con una furia descomunal. Draven, buscando refugio desesperadamente, avistó una cueva a lo lejos. Corrió hacia ella, con la esperanza de resguardarse de la lluvia torrencial.
Al ingresar a la cueva, la oscuridad parecía engullirlo. Sin embargo, la curiosidad y una extraña sensación de intriga lo impulsaron a adentrarse más en su interior. A medida que avanzaba, Draven observó en las rocas arañazos de proporciones enormes y marcas de fuego que indicaban que el lugar había sido utilizado antes.
Su atención fue captada por un antiguo dibujo en la pared de la cueva. Allí, una representación enigmática mostraba una feroz batalla entre seres celestiales y una serpiente que desafiaba los cielos. Intrigado por el simbolismo y la energía que emanaba de la imagen, Draven se sumergió en su contemplación.
Sin previo aviso, al terminar de examinar el dibujo, el suelo bajo sus pies se resquebrajó y cedió. Draven se vio arrastrado por un abismo vertiginoso, despidiéndose mentalmente de todo lo conocido mientras se preparaba para el encuentro con la muerte. Sin embargo, una voz cálida y melodiosa resonó a su alrededor: "¿Deseas vivir?". Draven, en un último acto de esperanza, respondió sin vacilar: "¡Sí!". La voz emitió una risa dulce y pronunció: "Que tengas suerte". Draven cerró los ojos y, al abrirlos nuevamente, se encontró en un paisaje resplandeciente y acogedor, desconcertado sobre su ubicación y propósito en aquel lugar desconocido.
Mientras Draven exploraba su entorno, descubrió un pequeño pueblo que se erguía en la distancia. Curioso por encontrar respuestas, se acercó a un vendedor y le preguntó con incertidumbre: "¿Dónde estoy?". El vendedor, con un tono burlón, respondió: "Estás en el fin del mundo". Desconcertado por la respuesta, Draven indagó más: "¿El fin del mundo?". El vendedor dudó un instante antes de señalar al cielo y explicar: "Muy pronto, ya no verás este cielo". Acto seguido, el vendedor le obsequió una manzana y le dio la espalda. Confundido y con más preguntas que respuestas, Draven se sentó en una banca del pueblo, reflexionando sobre su situación.
Mientras mordía la manzana, una vez más, la dulce voz resonó en su mente: "Esta será la última vez que me escuches, así que presta atención. Has reencarnado en otro mundo con tus recuerdos pasados. Como obsequio, te he otorgado habilidades que te serán útiles en tu nueva vida". La voz se desvaneció, dejando a Draven desconcertado pero decidido a descubrir más acerca de su destino.
Guiado por su instinto, Draven se dirigió hacia un lugar conocido como el Gremio de Aventureros. Al adentrarse en el edificio, quedó impresionado por la atmósfera enigmática que lo rodeaba. Decidió acercarse a uno de los asistentes y preguntar qué debía hacer. La amable asistente lo guió y lo inscribió como aventurero de Clase 1. Draven, con una mirada inquisitiva, preguntó: "¿Clase 1?". La asistente le explicó pacientemente que los aventureros se clasificaban en rangos del 1 al 10, y que su objetivo era ascender en ese escalafón. Draven, interesado en progresar, indagó: "¿Cómo puedo subir de nivel?". La asistente señaló un muro repleto de misiones y explicó que completar cada misión le otorgaría dinero y reputación, claves para su avance.
Con una percepción más aguda de su nueva realidad, Draven se embarcó en una misión que implicaba enfrentarse a quince Aluxes. Con una determinación inquebrantable y sin prever las adversidades que le esperaban, se aventuró en busca de estas criaturas, pues según las indicaciones de la asistente, se ocultaban en las cavernas que rodeaban el pueblo. Sin embargo, al encontrarlos, quedó perplejo al contemplar su apariencia, semejante a la de los seres humanos pero en una versión en miniatura, con rasgos y proporciones propias de su reducido tamaño. Animado por la esperanza de que estos seres poseyeran una chispa de raciocinio, Draven se acercó con cautela para entablar comunicación, pero su ilusión se vio abruptamente truncada al percatarse de que había más de cincuenta de ellos. En un intento desesperado por retroceder, los monstruos arremetieron sin piedad contra Draven, propinándole mordiscos crueles y dolorosos.
En ese instante, mientras la sombra del desaliento acechaba su espíritu, Draven sintió una palabra materializarse en su mente, una palabra que se desbordó de sus labios en un grito desgarrador: "¡Tlatoani!" En ese preciso momento, su ser se impregnó de una fuerza sobrenatural y una velocidad asombrosa, permitiéndole atravesar con una destreza inhumana a cada uno de los monstruos que se alzaban ante él. Implacable, se sumergió en un frenesí destructivo, aniquilando a sus oponentes uno por uno, sin contemplar la clemencia. Una vez que la masacre concluyó, Draven, exhausto y aturdido, se desplomó en el suelo de la cueva. Al recobrar la consciencia, se enfrentó a la aterradora escena que sus actos habían desencadenado, una visión empapada en sangre y violencia. En ese instante, tomó consigo algunos fragmentos de los Aluxes caídos, una evidencia macabra que atestiguaba el cumplimiento de su misión, y así se encaminó hacia el gremio, donde demostraría su éxito a aquellos que dudaron de su valía.
De vuelta en el gremio, la asistente se mostró sorprendida por la cantidad de Aluxes que había aniquilado y le recompensó con siete monedas de plata. Satisfecho pero exhausto, Draven salió del gremio en busca de comida y alojamiento. Con la caída de la noche, un estruendo ensordecedor captó su atención. Draven, lleno de temor y confusión, corrió hacia el vendedor que le había regalado la manzana y le preguntó angustiado: "¿Qué está sucediendo?". El vendedor, tranquilo, le respondió: "Otra pelea en el Tamoanchan". Draven, intrigado pero aún dubitativo, le preguntó al vendedor: "¿Qué es el Tamoanchan?". El vendedor rió y le explicó que se trataba de un lugar celestial o un paraíso donde los dioses residían. Sorprendido, Draven continuó con su interrogatorio: "¿Cómo se puede llegar allí?". Entre risas, el vendedor respondió: "Jajaja, solo los dioses logran ascender al lugar celestial. Nosotros, simples y míseros humanos, no tenemos acceso". Confundido pero determinado, Draven decidió obtener más información y preguntó al vendedor sobre dónde podría hospedarse y encontrar comida. El vendedor le proporcionó las indicaciones necesarias y Draven se encaminó hacia su próximo destino.
Después de alimentarse y tomar un reconfortante baño, Draven decidió descansar y reflexionar sobre todo lo que había experimentado. Mientras se sumergía en el sueño, su brazo se iluminó con una luz intensa. Al observar su muñeca, descubrió una marca en forma de círculo con un punto en el centro.
El primer capítulo de esta historia, titulada "Tiempos de Atlan: El Renacer del Destino", había comenzado, y Draven se encontraba en medio de un nuevo mundo lleno de misterios, desafíos y un destino aún por desvelar.
Continuará...
ESTÁS LEYENDO
Tiempos de Atlan: El Renacer del Destino
AdventureSumérgete en "Tiempos de Atlan: El Renacer del Destino", una cautivadora novela llena de magia y aventuras. Acompaña a Draven, el protagonista reencarnado con habilidades especiales, mientras se adentra en un nuevo mundo en busca de respuestas sobre...