Quetzalcoatl, con una sonrisa en el rostro, saludó a las dos deidades con las que se encontraba en combate. "Vaya, mis queridas amigas Tlazolteotl e Itzpapalotl", exclamó con jovialidad. Sin embargo, ambas respondieron con tono de enojo: "No somos amigas", replicaron mientras lanzaban a Quetzalcoatl al suelo con una fuerza increíble.
Mientras tanto, en el cielo, una serie de eventos misteriosos comenzaron a desarrollarse. Por un lado, desde dos direcciones opuestas, una gran cantidad de personas se acercaba con sensaciones opuestas. Por un lado, se percibía una bondad y calidez reconfortantes, mientras que, por el otro lado, emanaban energías oscuras cargadas de rabia y malevolencia. Destellos en el cielo parecían chocar como estrellas fugaces en una danza celestial.
Mientras Draven intentaba desesperadamente atender a Tlaloc, observó impotente cómo el dios se desangraba cada vez más, sin poder hacer nada para detenerlo. Lleno de desesperación, Draven gritó pidiendo ayuda con todas sus fuerzas. En ese momento, se escucharon dos golpes poderosos que resonaron como si algo muy pesado hubiera caído al suelo. Al voltear hacia el origen de los golpes, Draven vislumbró dos figuras en la oscuridad: una con una sonrisa familiar y otra figura que no se distinguía claramente.
Movido por la ira y el enojo, Draven atacó sin pensarlo dos veces, creyendo que se trataba de Tezcatlipoca burlándose de él nuevamente. Sin embargo, su ataque fue bloqueado por Tzilacatzin con una fuerza sobrehumana. En ese instante, Quetzalcoatl le grita a Draven: "¡Él es el verdadero! Le otorgué mi bendición para que viniera en nuestro apoyo".
Mientras la batalla se intensificaba, Quetzalcoatl portaba su escudo y la espada Xiuhcoatl, que poseía una apariencia única y llamativa. Su hoja, forjada con un metal místico, brillaba con una intensidad deslumbrante, como si estuviera envuelta en llamas. Su forma ondulante y serpentina evocaba la imagen de la serpiente emplumada, simbolizando la dualidad y la conexión entre los elementos celestiales y terrenales.
En la encarnizada pelea contra Tlazolteotl e Itzpapalotl, Quetzalcoatl demostraba una agilidad impecable, esquivando sus ataques con facilidad. Parecía disfrutar del combate, mostrando una energía y una mirada llena de diversión. Golpeó rápidamente a Itzpapalotl, enviándola a volar a gran distancia y destruyendo todo a su paso.
Mientras tanto, Tlazolteotl observaba con preocupación. Quetzalcoatl parecía estar jugando, pero cada golpe era dado sin vacilar, como si estuviera dispuesta a matar. En un momento de intensidad, Itzpapalotl chocó contra una montaña bajo el asalto continuo de Quetzalcoatl, sufriendo daños considerables en sus costillas.
En un giro inesperado, Tlazolteotl intentó cortarle la cabeza a Quetzalcoatl con su espada en un intento desesperado. Sin embargo, para su sorpresa, Quetzalcoatl agarró la espada entre sus dedos sin esfuerzo alguno y la lanzó al cielo como si fuera una pequeña piedra. En ese instante, Quetzalcoatl saltó al cielo, sosteniendo la cabeza de Tlazolteotl entre sus piernas. Con miedo y enojo, Tlazolteotl le gritó: "¡Suéltame!". Sin poder liberarse de su agarre, Tlazolteotl fue lanzada con una fuerza increíble hacia Itzpapalotl, causando daños severos en las costillas de ambas deidades.
La pelea frenética continuaba, con Quetzalcoatl esquivando una lluvia de ataques a una velocidad increíble sin ser tocada por ninguno. En un instante, Quetzalcoatl dio un gran salto hacia atrás y, en cuestión de segundos, creó una gigantesca bola de fuego. Aunque Itzpapalotl y Tlazolteotl unieron sus energías en un intento por detener el poderoso ataque, resultó ser demasiado poderoso. Al impactar, el agua circundante se evaporó instantáneamente y ambas diosas resultaron derribadas, Quetzalcoatl victoriosa siente una punzada muy dolorosa en su cabeza y dice “ Vaya… Parece que gaste demaciada energía” En ese momento Quetzalcoatl decide sentarse y recuperar energía.
Mientras tanto, Draven, al percatarse de que Tzilacatzin no era Tezcatlipoca, buscó a la otra persona en vano. Sin embargo, en un rápido movimiento de cabeza, notó la presencia de alguien. Sus ojos se encontraron con la figura de una persona cuyo cuerpo estaba compuesto de espinas y ramificaciones cactáceas, reflejando la forma del peyote y evocando la naturaleza sagrada de la planta. Los colores vibrantes y los patrones intrincados que adornaban su figura resaltaban la conexión entre la deidad y el mundo espiritual.
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Tiempos de Atlan: El Renacer del Destino
AvventuraSumérgete en "Tiempos de Atlan: El Renacer del Destino", una cautivadora novela llena de magia y aventuras. Acompaña a Draven, el protagonista reencarnado con habilidades especiales, mientras se adentra en un nuevo mundo en busca de respuestas sobre...