Capítulo 3: El Encuentro con Tzilacatzin

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Draven quedó sorprendido por la historia de la creación y preguntó con asombro: "¿Cómo es posible que el creador del mundo desee destruir su propia creación?" Quetzalcóatl, con una mirada de vergüenza, respondió: "Tezcatlipoca es una de las deidades más temidas. Juzgaba las acciones de los hombres y los castigaba con la muerte. Podía ser bondadoso, pero también cruel. Cuando vagaba por la tierra, ocasionaba guerras y malos augurios. Por eso, los seres humanos siempre pedían por su misericordia. Sin embargo, Huitzilopochtli se dio cuenta de los actos de Tezcatlipoca y lo detuvo, poniendo fin a su diversión. Enfurecido, Tezcatlipoca decidió destruir el orden que los dioses habíamos impuesto y crear un disturbio en el mundo. Cruelmente, asesinó a Huitzilopochtli por la espalda, junto con otros dioses como Itzpapalotl, una diosa con apariencia de mariposa de obsidiana, Tlazolteotl, la diosa de la lujuria, y Tepeyollotl, el dios jaguar. Se dice que Tezcatlipoca está reuniendo un gran ejército para la guerra. Ayer lanzó su primer ataque, pero logramos defender Tamoanchan".

Draven, enfadado por lo sucedido, exclamó: "¿Qué puedo hacer para ayudarlos? Siento que no estoy aquí solo para relajarme en esta nueva vida". Quetzalcóatl, emocionada y agradecida, pronunció una única palabra: "Sígueme". Desconcertado, Draven decidió seguirla y se encontró frente a un hueco en el suelo. Observó cómo aquel hueco llevaba a una ciudad en medio de aguas color esmeralda, con increíbles pirámides, sorprendentes canales y palacios, y templos repletos de gente. En ese momento, Draven quedó maravillado al contemplarlo. Quetzalcóatl dijo: "Ahora mismo no puedo enseñarte cómo ser un dios, ya que tu cuerpo no resistiría el poder divino. Sin embargo, te enviaré con un humano que logró alcanzar el nivel de los dioses. Es el humano más temido que ha existido: Tzilacatzin".

Draven, emocionado, preguntó: "¿Cómo puedo llegar hasta allá?" Quetzalcóatl, con una sonrisa juguetona, respondió: "No te preocupes, ahora te lanzas". En ese momento, Quetzalcóatl empujó suavemente a Draven, y este cayó en el hueco, asustado y gritando por ayuda, sin saber qué hacer. Solo vio la sonrisa de Quetzalcóatl desde el cielo, saludándolo. Sintió una punzada en la cabeza y volteó al suelo, donde vio una nube de humo moviéndose a una increíble velocidad. En un abrir y cerrar de ojos, escuchó un estruendo impresionante debajo de él. Draven sintió cómo alguien lo agarraba, y al darse cuenta, era un sujeto con un cuerpo musculoso y robusto que irradiaba fuerza y determinación.

Con ojos penetrantes y una mirada desafiante, emanaba valentía y poder. Su armadura reluciente reflejaba la luz del sol, mientras su lanza relampagueante anunciaba su destreza en la batalla. Era la encarnación misma del coraje y la gloria. El sujeto habló y dijo: "Hola, bienvenido a Tenochtitlan". Draven, maravillado y con admiración, preguntó: "¿Eres Tzilacatzin?" El sujeto, con una sonrisa grande y enérgica, respondió: "Exactamente". Una vez abajo en la ciudad, Draven quedó maravillado al ver Tenochtitlan. En ese momento de admiración a la ciudad, Tzilacatzin hizo una tos para llamar la atención de Draven y dijo: "Quetzalcóatl me ha contado todo, y a partir de ahora, seré tu maestro. Te convertiré en el guerrero más fuerte que ha existido, incluso más poderoso que el anterior dios colibrí".

Draven, emocionado, gritó: "¡Estoy listo!" Tzilacatzin, sorprendido y riendo a carcajadas, dijo: "Se ve que tienes la voluntad de un colibrí. Comencemos". Tzilacatzin caminó hacia una especie de pirámide donde había una gran cantidad de guerreros entrenando. Comentó que estos guerreros estaban siendo preparados para detener a Tezcatlipoca. Luego, Tzilacatzin le entregó a Draven el  arma del dios colibri y dijo: "Tenla". Draven, al tener el arma en sus manos, quedó sorprendido al ver cómo la hoja brillaba con un resplandor dorado y estaba adornada con símbolos místicos que representaban el sol y la victoria. El mango, envuelto en plumas exóticas y preciosas piedras, era simplemente asombroso. Draven preguntó: "¿Es mía?" Tzilacatzin asintió con la cabeza, con los brazos cruzados y una gran sonrisa.

En ese momento, Draven se puso en posición de combate y Tzilacatzin agarró su escudo y su lanza para poner a prueba a Draven. En un abrir y cerrar de ojos, Tzilacatzin desapareció en una fracción de segundo. Draven, con una velocidad de respuesta instintiva, colocó su espada en posición de bloqueo a un lado de su cabeza y, sorprendido, vio a Tzilacatzin con una sonrisa como si estuviera disfrutando. Draven, gritando, exclamó: "¿Intentas matarme?" Tzilacatzin, con tono emocionado, respondió: "Tenemos que volverte tan fuerte como un dios, así que nada mejor que la emoción de estar en peligro de muerte".

En ese momento, Draven, asustado, adoptó una postura segura y natural de combate, decidido a atacar a Tzilacatzin

. Tzilacatzin, con ojos llenos de emoción y alegría, continuó peleando y probando a Draven, controlando cada golpe que Draven lanzaba. En un momento de frustración, en su mente, Draven recordó la habilidad que usó al derrotar a los Aluxes. Con miedo a perder el control nuevamente, Draven decidió utilizarla de nuevo. Gritó: "¡Tlatoani!" y, con miedo en sí, se dio cuenta de que tenía conciencia de lo que estaba sucediendo y sentía una gran fuerza y velocidad, similar a cuando luchó contra los Aluxes, pero con control sobre sí mismo.

Con una mayor seguridad y confianza, Draven decidió atacar a Tzilacatzin. Sorprendido, Tzilacatzin pensó para sí mismo: "Así que este chico también puede usar las mismas habilidades de Huitzilopochtli. Parece que tengo un discípulo con un potencial inmenso". En ese momento, Tzilacatzin adoptó una postura desafiante, como si fuera un gorila, y agarró su lanza con una fuerza increíble, incrustando sus dedos del pie en las rocas. Lanzó la lanza con una fuerza sorprendente. Draven sintió un verdadero temor y adoptó una pose de guardia, concentrando todas sus fuerzas. Sin embargo, la lanza de Tzilacatzin rompió la defensa de Draven, pasando junto a su cabeza y haciéndole un rasguño en la mejilla derecha.

Tiempos de Atlan: El Renacer del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora