Capítulo 2: El Despertar en Tamoanchan

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Draven abre los ojos y siente un calor inusual que envuelve su cuerpo. Al hacerlo, se encuentra frente a un esqueleto imponente y temible. Su figura está envuelta en una oscuridad eterna, con huesos descarnados y ojos vacíos que destilan una fría mirada, que emana respeto y misterio. Draven se atreve a preguntar quién es, y el esqueleto, con un dejo de suspicacia, responde riendo: "Bienvenido, Huitzilopochtli, qué bueno verte otra vez". Draven, lleno de valentía, indaga sobre la identidad del esqueleto, quien revela ser Mictlantecuhtli, dios de los muertos.

Mictlantecuhtli explica que Draven se encuentra en Mitclan, su humilde morada donde los no vivos residen. Revela que, antes de morir, su amiga Huitzilopochtli, le pidió reencarnar en otro cuerpo. Aunque Mictlantecuhtli no puede cumplir ese deseo, decide otorgar la voluntad de Huitzilopochtli a un ser no vivo, que resulta ser Draven. Este adquiere la voluntad del colibrí, dios de la guerra y el sol.

Draven, sorprendido por la información, pregunta cómo murió Huitzilopochtli, pero Mictlantecuhtli le interrumpe, explicando que solo cumple con la última voluntad de su amiga y es un espectador del caos que se está gestando. Draven, intrigado por la mencionada palabra "caos", es transportado en un parpadeo a un lugar hermoso y colorido.

En ese nuevo lugar, Draven se encuentra con una chica recostada sobre un árbol. Queda fascinado por la majestuosidad de su largo cabello dorado, que fluye como el fuego, y sus ojos que brillan con un resplandor divino. La chica lleva una armadura adornada con plumas y joyas, resaltando su esplendor. Draven queda perplejo al verla y, mientras la observa, nota que la chica lo mira con sorpresa y comienza a derramar lágrimas de alegría.

Draven, algo confundido, saluda a la chica y le pregunta dónde se encuentra. La chica, sin dudarlo, corre hacia él con los brazos abiertos y una gran sonrisa. Draven retrocede instintivamente, pero la chica lo abraza cariñosamente. Entre lágrimas de felicidad, la chica exclama: "¡Mi colibrí favorito ha vuelto!". Draven, perplejo, le pregunta dónde está y ella responde: "Estás en tu hogar, Tamoanchan".

La chica toma la mano de Draven y le muestra el círculo marcado en su brazo. Felizmente, le explica que la marca representa lo que él es: Huitzilopochtli, el dios colibrí de la guerra. Draven, aún desconcertado, pregunta el nombre de la chica, y ella responde: "Soy Quetzalcóatl, diosa del viento y el día".

Ante la confusión de Draven, Quetzalcóatl explica que, antes de su muerte, él era el dios de la guerra, protector y mantenedor de la paz entre los dioses, y apoyaba a los humanos. Sin embargo, desde su fallecimiento, todo ha sido caos. Tezcatlipoca, una vez acabada su vida, destruyó el orden que había establecido y separó a algunos dioses para que pelearan a su lado.

Draven, intrigado, pregunta quién es Tezcatlipoca. Quetzalcóatl responde que, antes de la creación del mundo, Tezcatlipoca y yo nos sentíamos solos y decidimos crear compañía. Comenzamos creando la tierra, pero esta se encontraba completamente sumergida en el mar, habitada por un gran monstruo al que llamamos Cipactli. Fue entonces cuando Tezcatlipoca sacrificó su pie para atraer a Cipactli hacia la superficie. Una vez que emergió del inmenso océano, ambos lo sujetamos y lo estiramos, dándole forma a la tierra. Cada parte de su cuerpo se transformó en la naturaleza: sus ojos se convirtieron en lagunas, sus lágrimas en ríos y sus orificios en cuevas. Además, se le otorgó el don de la vegetación para ayudarlo a enfrentar su propio dolor.

Así termina el Capítulo 2 de la historia, con Draven y Quetzalcóatl en Tamoanchan, descubriendo su verdadera naturaleza divina y enfrentándose a un mundo que se encuentra sumido en el caos debido a los actos de Tezcatlipoca.

Tiempos de Atlan: El Renacer del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora