Prefacio

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-Cuenta la leyenda que mas allá de este pueblo y de nuestros hogares, más allá de estos bosques que nos protegen y nos dan cobijo entre sus ramas, habitan unos seres bastante similares a nosotros en aspecto, pero infinitamente malvados, egoístas y destructores. Hubo un tiempo en que podíamos decir con orgullo que esas tierras eran nuestras y podíamos caminar sobre ellas, sin preocupación y con la tranquilidad de saber que estábamos a salvo, en nuestro hogar. Pero ese tiempo llegó a su fin cuando aparecieron ellos. Parecían inofensivos, tan parecidos a nosotros que los recibimos con los brazos abiertos. Con el tiempo nos acostumbramos a ellos, y ellos a nosotros.

>>Pero nos traicionaron, quebrantaron nuestro bienestar, nos echaron de nuestras casas, se apropiaron de nuestras tierras y nos persiguieron para darnos caza. Muchos de los nuestros murieron a sus manos y la población se redujo a los pocos que somos hoy. Desarrollaron formas de matar a nuestro pueblo a cada cual más cruel y efectiva. Estacas en el corazón, cuchillos de plata...pero su plan más infalible y con el que más disfrutaban era quemándonos vivos. Da igual que fuesen niños o ancianos, hombres o mujeres; querían eliminarnos uno a uno y para siempre.

>>Y desde entonces vivimos entre las sombras, convertidos en seres de la noche, siempre huyendo, siempre ocultos. Pero da igual que os escondáis debajo de la cama o en el armario, da igual que intentéis huir con todas vuestras fuerzas: Si un humano quiere encontraros, lo hará y nunca saldréis con vida para contarlo.

Los ocho niños que escuchaban la historia embelesados gritaron de miedo cuando un rayo iluminó la habitación. Era noche de tormenta y el viejo Tuk había decidido asustar a los críos con una historia de miedo. No había niño viviente o no viviente que no temiese a los humanos.

Soltó una carcajada al ver los rostros de pavor de los chiquillos. Damian se tapaba los oídos temblando y Fenrir se había transformado y tenía el rabo entre las piernas.

-Deja de asustar a los niños, Tuk -le reprochó su mujer, Filipa, encendiendo la luz y poniendo los brazos en jarras-. No van a poder dormir esta noche por tu culpa.

Miró a su mujer con dulzura y le lanzó una sonrisa inocente. Ciento diecisiete años casados y aún se comportaba como un crío.

-Se lo están pasando muy bien, ¿verdad chicos?

Ellos asintieron no muy seguros de estar pasándoselo bien. Akasha, la pálida niña rubia de seis años y grandes ojos color whisky, a quien se le habían caído los colmillos de leche, habló con un ligero ceceo adorable.

-Pero si no se sale nadie con vida para contarlo, ¿cómo es que nos lo estás contando?

Filipa rió saliendo de la habitación y dejando a Tuk la tarea de controlar a las fieras.

-El tío Tollund dice que nuestros antepasados fueron una vez como ellos y ellos serán algún día como nosotros -dijo Geri, uno más de los hijos de Tuk y Filipa-. Entonces, no aparecieron, ya estaban ahí.

Eran una familia numerosa. Geri era de la segunda camada y sin lugar a dudas había salido a su madre; él y todos los hermanos tenían el pelo castaño y rizado, como Tuk, pero esos vivarachos ojos verdes solo los poseían Filipa y Geri.

-¿Y vas a hacer caso de lo que dice Tollund y no de lo que dice tu padre? -dijo Tuk enfurruñado. Maldito el día en que su hermana se casó con Tollund.

La unión se produjo hacía ya veintitrés años y había dado fruto al chiquillo mestizo que tomó la palabra ese momento, un tritón con las garras de un licántropo. Normalmente no solían mezclarse las razas, y si lo hacían no solían tener descendencia. Pero este no había sido el caso.

-Ni mi padre tiene razón, ni la tienes tú, tío Tuk -su sobrino Ötzi se cruzó de brazos escéptico-. Todo el mundo sabe que los humanos no existen.

-¡Si existen, yo he visto uno! -dijo Damian muy convencido-. Era horrible.

-¡No has visto ninguno, embustero! -exclamó Akasha desmintiendo las palabras de su hermano. La pequeña vampiresa tenía más carácter que Damian, a pesar de que este era un año mayor que ella.

-¡Si lo he visto!

-¡Demuéstralo! -le retó Ötzi.

-Dicen que sus dientes no son como los nuestros. Están diseñados para cortar, aplastar y triturar nuestros cuerpos -comentó Hati, que le fascinaban todas estas historias. Era de la misma camada que Geri, Fenrir y Freki; este último se había dormido en algún momento de la discusión. La única mujer lobo de los hermanos y junto con Geri, la más valiente.

-¿Comen monstruos? -preguntó Austro asustado. El tono aceitunado de su piel se volvió un poco más pálido y sus pequeñas alas aletearon con nerviosismo. Tuk había sido el mejor amigo de Céfiro, el padre de Austro, durante años y el chico era exactamente igual que como lo era su padre a su edad.

-Bueno, deberíais iros a casa, seguro que vuestros padres os están esperando -dijo Tuk y luego miró a sus hijos-. Y vosotros, a la cama.

Todos protestaron, algunos porque tenían miedo, otros porque todavía no querían que la noche acabase.

-Pero todavía no ha parado la tormenta, tío Tuk -dijo Ötzi suplicando con los ojos-, y nuestros padres saben que estamos aquí...¿Por qué no cuentas otra historia?

-Chicos...

-Si, por favor -dijo Austro.

-Papá, solo una más -pidió Geri. Le dió un codazo a su hermano Freki para que se despertase-. Todavía no tenemos sueño.

-Está bien -suspiró, miró a los niños y comenzó otra historia-. Erase una vez ocho niños muy traviesos; Cuatro lobos, dos vampiros, un silfo y un tritón un tanto especial. Ellos...

Y terminó la historia y contó otras tres más, y como muchas otras, quedaron en el olvido, escondidas en algún rincón de la mente de esos niños, esperando algún día poder ser recordadas para volver a la vida.

Beware Of The Girl In RedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora