Prólogo

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Furia y miedo corría por su sangre, quería detenerse, regresar y acabar con todos ellos, pero el miedo, podía más.

A lo lejos pudo oír un disparo, estaban pisándole los talones.

Un pequeño vistazo fue suficiente para comprobarlo, esas luces, esas motos, eran ellos. Un disparo más.

No podía darse el lujo de detenerse, tenia que continuar; su cuerpo estaba débil, famélico, deseaba descansar, lo necesitaba.

"No te detengas, sigue corriendo, date prisa, no mires atrás", fue lo ultimo que ella le dijo antes de quedarse solo, sin nadie de los suyos, toda su gente se fue perdiendo en el camino, uno por uno.

¿Estaban vivos?¿habían logrado escapar?¿estarían a salvo?, se lo preguntaba una y otra y otra vez. Deseaba ser el único desafortunado que seguía viviendo eso, no quería que su gente muriera.

Vislumbro un pequeño agujero debajo de unas raíces de un enorme árbol, apresuro el paso hasta llegar a el, se inclino y como pudo intento entrar en este, estaba apretado, era demasiado pequeño para él, miro hacia las luces provenientes de aquellas ruidosas motos, aun estaban lejos, tenia que apresurarse, no tardarían en alcanzarlo.

Excavo con sus manos como nunca antes lo había hecho, como le habían enseñado a hacerlo. No paro hasta lograr estar dentro, estiro sus brazos tanto como pudo intentando tomar la mayor cantidad de tierra como le fue posible para tapar las marcas de que el estuvo ahí; tan pronto como lo hizo se quedo inmóvil, esperando que el ruido de las motos se alejara.

Pasaron muy cerca suyo, el alivio se apodero de él al oír que el sonido se iba apagando a medida que se alejaban, y no salio de ahí.


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Había amanecido, el hambre lo llevo a salir de ahí, encontró algunos frutos que devoro de un solo bocado, siguió buscando, pero todo lo que hallaba era muy poco para satisfacer su hambre.

Un delicioso aroma inundo sus fosas nasales, algo que nunca había olido antes, obedeció a su nariz que lo guió hasta una pequeña construcción, de esas que usaban esos extraños seres para vivir. Su nariz lo llevo hasta un extraño objeto, pequeño, con un tono dorado, del cual se desprendía aquel maravilloso olor, lo tomo entre sus enormes manos y corrió de vuelta a la seguridad del bosque, lejos de esas bestias que querían matarlo.

Dos mordiscos fueron suficientes para desaparecer aquella delicia, pero su hambre seguía.

Escalo un árbol, necesitaba orientarse, y ahí fue cuando lo vio.

My war, Sask Donde viven las historias. Descúbrelo ahora